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Blog / Capital de tercer orden

Los propósitos de año nuevo son basura

Por Eduardo Laporte

Empieza un nuevo año y tú te preguntas si te apuntarás al gimnasio, dejarás de fumar o cambiarás de trabajo: mal comienzo

AME2910. MADRID (ESPAÑA), 31/12/2018.- El reloj de la Puerta del Sol da las campanadas de fin de año, frente a la mirada de miles de personas que se reúnen hoy en Madrid (España), mientras otros siguen la transmisión de televisión y comen las tradicionales doce uvas. EFE/Rodrigo Jimenez
El reloj de la Puerta del Sol da las campanadas de fin de año, frente a la mirada de miles de personas que se reúnen hoy en Madrid (España), mientras otros siguen la transmisión de televisión y comen las tradicionales doce uvas. EFE/Rodrigo Jimenez

Ya llegó el 1 de enero, un día en general vacío de contenido a no ser que uno lo llene con otra comida familiar, un atracón de saltos de esquí, esté en Viena viendo el famoso concierto o ese día trabaje de conductor de PLM, quizá la labor más estimulante para un día tan estático como ese.

Por eso me hice con un billete para Madrid, de tren esta vez, en tan señalada fecha. Demasiados años de estatismo en el sofá de turno, con ‘Pretty Woman’ de fondo y un de oca a oca y tiro porque me toca por las diferentes redes sociales, muertas todas a las cinco de la tarde que es cuando uno vuelve a la realidad y se calienta alguna marranada en el microondas.

Un día infausto que se mece entre la resaca de varios tipos, alcohólica, excesiva, moral, amoral, que si hablé de más, que si hablé de menos, y el vano consuelo de pensar que mañana, por collons, será un día mejor que este famélico jirón de la existencia.

No será un día de sobrevivir en pijama y explotar aún más a los trabajadores de Glovo o Deliveroo, ni de intentar leer sin conseguirlo, ni menos aún de consultar la ‘neskagenda’, euskoneologismo, para mandar mensajes que te generarán una nueva resaca moral. Será un día de movimiento, esa acción terapéutica, 400 kilómetros no son nada, con la alegría pequeña de saber que volverás para Reyes, porque si hay una tradición que te gusta es la de los Reyes Magos en tu ciudad, y más ahora que pasan por los puentes viejos y reparten magia por doquier. Porque la magia es necesaria y además existe: ¿No las has notado tú al chocar el vaso de vermú con la gente que quieres estos días?

EL MAL SUEÑO AMERICANO

Incorporar magia a tu agelasta vida, si es así, podría ser un buen propósito para 2019. ¡Pero no lo hagas! Y me dirijo a ti, que yo ya me tengo muy sermoneado. Preocúpate si haces propósitos de año nuevo que sean distintos a no hacer propósitos de año nuevo. Porque el propósito de año nuevo no es sino un arreón inútil ante una pista de, pongamos Formigal, que requiere de un arrastre o un telesilla.

Nunca hubo símil más cutre, pero en esta pendiente cuesta arriba que es la vida necesitamos engranados arrastres o telesillas que no se encuentran bajo los fascículos de aquellas colecciones de PlanetaDeAgostini.

El propósito de año nuevo es una herencia de ese sueño americano que produce monstruos y que tiene que ver con todos esos análisis DAFO, pizarras de plástico en las que todo parece fácil y alcanzable, libros de autoayuda y demás jerigonza coachil que son como los libros de caballerías en la mollera de don Alonso Quijano. Marean y alejan de lo esencial, que es básicamente asumir que lo que pasa es lo mejor que podía haber pasado y que vivir es un don. Una vez asimiles eso en profundidad, dejarás de hacerte componendas mentales de si crossfit o alemán en academia nocturna.

Eso sí, quizá te conduzca a la toma de decisiones. Pero las decisiones esenciales no se toman, simplemente se deja que operen.

Deja de decidir, deja de pensar, deja de hacer cosas que pensabas que tenías que hacer, y vive el primer año verdadero de tu jodida vida, aquella en la que no hay marcos temporales sino un continuum. Deja de vagabundear en tu never ending tour y elige tu javierada particular. Deja a tu mujer, deja a tu marido, deja tu trabajo en laCaixa, deja ese barrio desangelado. Pero hazlo con alegría, como un ingreso paulatino en una existencia mejor. Sube al telesilla, usa símiles tan horribles como éste, porque vivir no es arrastrarse como Leonardo di Caprio en ‘El renacido’, como pensabas hasta hoy. Te lo mereces. Aún estás a tiempo. No hagas caso a nadie, sólo a tu conciencia, esa conciencia que también contempla a los demás y que sabe más que tú.  

Feliz vida.

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