• jueves, 18 de abril de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

Pamplona necesita su Manuel Valls

Por Eduardo Laporte

Si no hay un revulsivo en las próximas elecciones municipales, la ciudad bostezará para adentro

El ex primer ministro francés Manuel Valls a su llegada al Palacio del Elíseo EFE
El ex primer ministro francés Manuel Valls a su llegada al Palacio del Elíseo EFE

Revalidar unas elecciones no supone «cambio» ninguno, a pesar de que algunos medios locales sigan usando esa obámica expresión para los comicios —odio esa palabra— de mayo de 2019. Ver a Asiron de nuevo con la chistera no es cambio ninguno, sino un ejercicio de masdelomismo que a mí personalmente, y mira que vivo a más de 500 kilómetros de la estatua de los Fueros, no me excita especialmente.

Por centrarnos hoy en la cosa municipal (la semana que viene si eso damos el saltico al Parlamento), diremos que el panorama es tan ilusionante como un menú del Tutti Pasta, que ya no existe, y qué sosa aquella pasta y qué triste por cierto esa zona de hospitales.

Tan poco me ilusiona la cosa que no tenía ni idea de quién se presenta a señor alcalde, aunque lo de Asiron ya lo sabíamos, y me entero hoy de que tendrá que luchar con una Maite Esporrín que trata de ganar adeptos un poco suciamente conque si Asiron es machista, cuando simplemente es navarro, el pobre, es decir, alguien incapacitado desde la cuna para el trato natural con el sexo contrario, y aquí le daríamos la razón a Esporrín, cuando dice que trata distinto («peor») a las mujeres, sin bajarnos de nuestra burra especulativa, porque yo no he hablado nunca con el actual alcalde como para decir si esto o lo otro.

Se comenta que desde UPN se apostaría también por otro «cambio», entiéndase la ironía, al presentar a Enrique Maya como cabeza de lista para gobernar el Iruñeko Udala. Cómo manifestar aquí mi apatía política hiperlocal sin resultar faltón. Profesor de Arquitectura, dicen que era bueno. A mí me ha resultado desde la distancia un político sosipavo con un discurso predecible y banderizo. Los nuestrchos frente a los otrchos. O sea, menos cambio aún. Si he de destacar algo que me guste de él, es que no nació en Burgos como lady Barcina sino en Montevideo, y eso le da un toque exótico curioso.

Desde que tengo uso de razón política, que se dice ahora, ningún alcalde o alcaldesa de Pamplona ha conseguido seducirme lo más mínimo. Recuerdo que se hablaba bien de Julián Balduz, y partir de él todo fue un perfil de alcalde más de administrador de fincas que de político que apuesta por darle una nueva impronta a su ciudad que verdaderamente cale en la ciudadanía. Alfredo Jaime, los dos gobiernos Chourraut, el largo ‘barcinato’, la discreta labor de Enrique Maya y ahora los cuatro años de Asiron, que desde la distancia me llegan como un pequeño cristo con las cuestiones identitarias, las korrikas, los nafarroa oinez, los toros sí pero no, la negativa a los hoteles para guiris porque son de fuera y hacen ruido y, en resumidas cuentas, una ciudad que no deja de ser lo que en algún momento quiso dejar de ser, esto es: provinciana.

RECUPERAR PAMPLONA, PERO DE VERDAD

¿Que a quién votaría yo? Pues a aquel candidato a la alcaldía que fuera capaz de dotar a los Sanfermines de una verdadera universalidad. A aquel que se preocupara por el legado cultural/histórico de la ciudad, y que se ocupara de asuntos con proyección pannavárrica, como la creación de un Museo de la Guerra Civil (o en su defecto de la Conspiración) o un cincuentenario en condiciones de los Encuentros de 1972.

Un alcalde o alcaldesa que diera un nuevo relato, más allá de las cuitas nacionalistas, al hecho de ser de Pamplona y de vivir en Pamplona. Alguien que sedujera a ese tipo o tipa que es de Pamplona para que elija quedarse en Pamplona y no tener que largarse en un exilio que ni siquiera cuenta como tal y enfrentarse a una precariedad globalizante que para un rato puede estar bien, pero que a la larga desgasta hasta el más resiliente. Un candidato que supiera manejar la cuestión del euskera no como una herramienta política disgregadora. Y muchas más cosas que no me ocurren ahora.

No parece que de Podemos e IU vaya a salir ese rutilante regidor, máxime con ese ‘naming’ que se han sacado de la manga, ‘Unidas Podemos Izquierda Unida Equo’ y, que, ay, podrían pasar a llamarse ‘Hundidas Podemos’ tras el recuento de votos.

A mí Manuel Valls me parece un flipao en toda regla, que diría Ignatius Farray. Pero se me antoja un flipao menos flipao que el resto de los flipaos que gobiernan en Cataluña. Quizá Ada Colau no sea una flipada, pero sí demuestra demasiados ramalazos de sectaria e imprime para su ciudad unas luces demasiado cortas. Sé de un tipo metidísimo en la ANC que confiesa por lo bajini que le dará su voto a Manuel Valls. Le seduce su cosmopolitismo, su rechazo a las etiquetas y su ambición. Sus ganas de volver a poner Barcelona en la liga mundial.

En Pamplona, tendremos que conformarnos con lo anteriormente expuesto mientras asistimos a la lenta pero constante espantada de talentos, por no hablar del exilio interior que decía Vicente Aleixandre. ‘La Navarra vacía’, próximamente en las mejores librerías.

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