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Blog / Capital de tercer orden

Basta ya de rasmia, aski da

Por Eduardo Laporte

Caparrós iguala el récord de derrotas de un entrenador, 19, y nos deja una cruel duda: ¿Qué hacemos con Osasuna?

foto apertura

Hay un libro de Víctor Moreno Bayona que lleva por título, ¿Qué hacemos con Baroja? Porque desde una perspectiva moderna, hay aspectos del escritor vasco que se hacen incómodos de defender, sobre todo desde los púlpitos de la imperante corrección política, liderada por ese gran sofista griego de nombre Dema Gogós.

¿Qué hacemos con Osasuna? Una opción es que bajara ya a Segunda y nos ahorramos así el calvario, la pasión rojilla, que total pa’ qué, a punto de llegar a la segunda vuelta con siete puntos sonrojillantes de farolillo hiperrojo. 

No tengo ni puta idea de fútbol, pero sí que he asistido desde la barrera a la evolución del equipo que nos tocó en suerte y que se coló bajo la piel de ese aficionado más o menos tifosi, poco en mi caso, que todos tenemos. Uno nace en Pamplona y automáticamente se hace de Osasuna, porque la gente que quieres te hace de Osasuna y un domingo de otoño de finales de los ochenta te llevan a ver un Osasuna-Mallorca, cero-cero, y a pesar del frío y lo aburridísimo del partido, luego vamos a bares de trueno de la Mila a tomar riñones y vas y te haces de Osasuna para siempre y a joderse.

Muchos años después, un presidente de la etapa más turbia del club, Archanco, le entrega una insignia del equipo a tu sobrino Ignacio, que también es de Osasuna, y tú le pides otra y la guardas, qué tontería, en tu escritorio, en la base del flexo, y todos los días te entra por el rabillo del ojo.

Y todos los domingos tu móvil te avisa de la nueva derrota de Osasuna. Y lo asumes como destino al que toca resignarte. No naciste en Bilbao, ni en San Sebastián, ni en Sevilla ni en Madrid. Es lo que toca. Y de pronto te rebelas contra ese fatidiquismo que, piensas, invade como un manto tóxico ciertos espíritus con los que conviviste en su día. A tomar por culo.

PATAPÚN PARRIBA

Osasuna no es un equipo ilusionante. No aspira a nada. A no bajar de categoría. Es un equipo con alma, pero resignado al pesimismo del perdedor. Los entrenadores que se fichan tampoco son ilusionantes. Acordaos de Paquito. Luego se contrató a Rafa Benítez, que el tiempo demostró como un buen entrenador, pero al que entonces no conocía ni Perry. Lotina. De Meñaka. Vale. Camacho. Enrique Martín, que tiene su aureola de santidad, pero que sólo sirve para hacer milagros y los milagros son soluciones de urgencia y extremismo. Caparrós. A mí me da pereza Caparrós, con su microcefalea a lo Michael Keaton. No le fue mal en el Athletic, pero Osasuna no debería tratar de ser una versión descafeinada y acomplejada del Athletic.

¿Por qué no ficha Osasuna un entrenador francés, un entrenador italiano, un Ancelotti por descubrir? La Real lo ha hecho alguna vez y no le ha ido mal. Ahora van quintos. ¿Por qué no miramos más allá de los Pirineos? Si hay un club poco europeísta ese es Osasuna. Recuerdo con cariño la etapa de Robinson o Sammy Lee. Después el equipo se apuntó al mercado como de saldos de la Europa del Este y llegó la era de los jugadores acabados en –ic, que alguna que otra alegría dieron, pero sin más. Kosecki no acababa en –ic y no tardó en ficharlo el Atlético de Madrid. Ziober, con su bigotillo, tampoco acababa en ic. Recogía a sus hijos en mi colegio. A sus 51 años entrena a la selección de fútbol playa polaca.

Recuerdo un Osasuna-Tenerife cuando jugaba aún el calvo Dertycia. Sentí la profecía de Abracurcix el jefe cuando no ya el cielo cayó sobre mi cabeza, sino un pesado balón de reglamento que había tirado hasta el infinito y más allá aquel Bustingorri que reunía en sus botas todas las esencia del osasunismo. Aquello de la rasmia, la fuerza, la entrega y el hostión a lo Clemente del patapún parriba. O sea, la antítesis del tiqui-taca o cualquier cosa parecida a la clase futbolística.

A punto de cumplir los cien años de historia, quizá vaya siendo hora de plantearnos qué equipo queremos para el futuro. El de la rasmia y el las patadas chungas al Madrid de Buyo y cierre temporal del Sadar, o una cosa más sofisticada que, con un poco de cabeza y menos rasmia, nos haga aspirar a un jodido título. Voto por lo segundo.

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