• jueves, 28 de marzo de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

Alsasua y la defensa de los violentos

Por Eduardo Laporte

A menos de un año para las elecciones autonómicas, las complicidades con el filoetarrismo de Gobierno y Ayuntamiento podrían pasarle factura

Miles de personas se manifiestan en Pamplona por la detención de unos jóvenes tras agredir a dos guardias civiles en Alsasua en 2016. PABLO LASAOSA 26
Un momento de la manifestación en Pamplona por la condena de ocho violentos por agredir a dos guardias civiles y sus novias en Alsasua en 2016. PABLO LASAOSA

Un viejo amigo profesor de instituto contaba que su madre siempre le aconsejaba: «Pepito, hagas lo que hagas, no te signifiques». Años después, sus alumnos organizaron una sentada en la puerta del instituto. Sin enterarse bien de la causa, el maestro decidió sentarse con ellos en apoyo de esa actitud democrática que crecía en ellos. Corrían los primeros setenta y jugar a la democracia era todavía una actividad de riesgo, como demostró la aparición de la Guardia Civil, que tomó los datos a los mayores de edad. Poco después, llegó una multa al centro, a su nombre, que decía: «Por significarse en una manifestación de alumnos». ¡Ay, cuánta razón tenía mi santa madre!, se quejaba sin saber si llorar o reír.

Anécdotas aparte, creo que es sana una cierta significación, sobre todo cuando algunas equidistancias resultan grotescas. Nadie se muestra equidistante cuando apalean a un ancianito a la puerta de su casa y quedarse de brazos cruzados en ese caso no es neutralidad sino cobardía vil.

Gobierno foral y municipal se vienen significando últimamente en defensa de los violentos. Bien es cierto que piden una justicia proporcional para esos violentos, y no deja de tener cierta cosa quijotesca, noble, acudir en defensa de los débiles y de aquellos en quienes recae, vamos a decir, el abuso de poder.

Pero en este caso, y a los ‘peaky blinders’ de Alsasua me refiero, el tufillo que desprenden las muestras de apoyo no es el de una defensa celosa y escrupulosa de la justicia, la ley sensata, como una complicidad espontánea e innegable hacia los perpetradores del terror, sea este practicado en mayor o menor grado. Y lo digo en un sentido no jurídico, sino desde la falta de empatía que muestran con quien recibe un palizón por representar el enemigo político de una comunidad dada, cuyas vidas y las de sus cónyuges —mujeres que apenas han recibido muestras de solidaridad por parte del entorno agresor— han quedado heridas para siempre, y no hablo de lesiones físicas.

AMISTADES PELIGROSAS

Vamos con la ley de Godwin sin necesidad de alargarnos. Qué pasaría si un Gobierno defendiera a unos chavales de estética neonazi, asociados a grupos de extremistas, sobre los que pesara la condena de haber pateado las cabezas de un grupo de judíos. Supongamos que el peso de la ley cayó sobre ellos con excesiva dureza: ¿cómo se encajarían las manifestaciones en su defensa?

A Urdangarin le han condenado a casi seis años por sus tejemanejes corruptos. La corrupción es un ataque moral, pero no genera terror. Los aeropuertos sin vuelos de Fabra nos deprimen en cuanto que suponen la desfachatez hecha modus operandi de lo público, pero no generan terror ni quiebran la convivencia.

Pegar una paliza a unos ‘zipayos’, dentro de un contexto de hostigamiento, es una grieta en la convivencia y una vuelta al pasado ‘faszista’ más reciente. Uno puede discutir que la Audiencia Nacional haya aplicado una dureza excesiva, con una intención ejemplarizante, con esas condenas de entre 2 y 13 años por delitos de odio, pero lo que parece claro es que la adhesión a los violentos tiene tirón.

A mí, que me gusta hacer de abogado del mismísimo belcebú, no me saldría del alma ir a una mani en defensa de unos neonazis que hubieran cascado a su particular némesis. ¿Que se jodan?

No. Pero no participaría en una manifestación que no viniera precedida de una declaración de perdón a las víctimas. Será que esa parte del cristianismo que dice que para recibir el perdón hay que arrepentirse primero no la he olvidado aún. No estuve ahí, pero no me consta que se lanzaran mensajes de arrepentimiento hacia los agredidos y en especial a las mujeres.

—Hola, kaixo, que sentimos mogollón lo que pasó aquella fatídica noche. Nos lo han dicho los presos. Se les fue de las manos: lo vimos como una provocación, joer, ¿no había otro bar para tomar algo? No están, nos dicen, orgullosos de lo que pasó, y les gustaría que no volviera a suceder y que la vida en Altsasu recuperara la normalidad. Quieren pedir perdón por el daño ocasionado que, siendo grave, consideran que no se corresponde con las penas impuestas. Ojalá pudiéramos resolver esto hablando entre todos y todas.

Perdón por el ejercicio de política-ficción, porque no me consta tampoco que se lanzaran mensajes de concordia como esos, por parte de quien pegó primero, demasiado asociado a quien pegó primero, mató primero, durante cuarenta años por estos pagos nuestros. En lugar de ello, los representantes de toda Navarra, de toda Pamplona, pidieron la absolución. El aquí no ha pasado nada. Let’s go of little roses. Aske everybody y qué siniestrorros por cierto esos cartelacos con los presos. ¿Por qué vende tanto lo feo? La idea de un exilio, el mío, meramente estético.

AGUR A LA TRANSVERSALIDAD

Sin pretensiones de futurólogo de la bola demoscópica, diría que este tipo de significaciones acaban con la transversalidad que, in my opinion, dieron gobierno y ayuntamiento, cuatritrozeados, a Barkos  y a Asiron.

Aunque las encuestas en medios vasquistas hablan de reedición del cuatripartito, este tipo de significaciones pueden pasar factura a «las fuerzas del cambio», con la sombra siempre alargada de un UPN que seguiría ganando por goleada en votos, según la misma encuesta.

Al Podemos nacional le ha dejado medio grogui (cuarto en intención de voto) ser cómplice/tibio con el independentismo catalán, entre otros desaciertos. Se significaron demasiado y perdieron el favor de ese votante seducido por ese primer discurso no sectario, luminoso a ratos, de la primera época.

A EH Bildu y Geroa Bai les puede pasar parecido y lo del sábado no deja de tener algo de suicidio político ese alinearse de manera tan descarada con cierto sector de la población: los convencidos lo estarán más, pero los indecisos que un día les votaron no lo harán más. Los ciudadanos debemos significarnos, pero un político no puede permitirse ese lujo.

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