• viernes, 29 de marzo de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

¿Qué hizo Franco por nosotros?

Por Eduardo Laporte

Mientras la historia esté politizada, es decir, institucionalmente viva, no podrá ser estudiada en condiciones

Una imagen del Valle de los Caídos, donde reposan los restos de Franco.
Una imagen del valle de los Caídos, donde reposan los restos de Franco.

Todos recordamos la escena de ‘La vida de Brian’ en que los conquistados por los romanos hacen balance de su vida ocupada. ¿Qué han hecho los romanos por nosotros? Nada. Bueno, nos trajeron el acueducto. Y el alcantarillado. Y las carreteras. La irrigación. La enseñanza. Y  el vino. Los baños públicos.

¿Qué hizo Franco por nosotros? El otro día le cayó la del pulpo a Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, declarado antifascista, por decir que Mussolini había hecho «cosas buenas», como crear un sistema de carreteras y rehabilitar buena parte de Italia. «Cuando se hace un juicio histórico se debe ser objetivo», dijo. Se convirtió en el linchado del día.

Alguien puso en Facebook, durante el pasado Día del Agua, 23 de marzo, que a Franco había que reconocerle que llenara España de pantanos. Si de algo no tengo ni idea es de cuestiones hidrológicas. En ‘Serotonina’, el personaje creado por Houellebecq valora la creación franquista de los Paradores nacionales y considera a Franco una especie de visionario del turismo, cuya benéfica obra culminaría con ese modelo de sol y playa que traería pingües beneficios al PIB. La Seguridad Social. Hemos escuchado a veces, muy por lo bajini, que Franco montó la Seguridad Social. ¿Anidaba un socialdemócrata en el corazón del Caudillo de España?

También hay quien dice, Antonio Escohotado sin ir más lejos, que el Plan de Estabilización de 1958 fue lo que salvó a España de la quiebra y la que la metió en el tren del progreso y el bienestar.

¿Cómo habría sido España sin Franco? A veces he llegado a pensar que el país se habría deshecho en guerrillas intestinas y que habría implosionado sin llegar a la Eurocopa de 1964. Pero esa exoneración teórica no aguanta y uno va coleccionando nuevos motivos, aparte de los ya conocidos, para arrumbar más aún la figura de Franco.

Uno lo apunta Sergio del Molino en su ‘La España vacía’ y tiene que ver con su desprecio al campo y al mundo rural, lo que generaría un éxodo desaforado  cuyas consecuencias aún sufrimos con ese desarrollismo ramplón de los cincuenta en adelante y el propio vaciado del interior. Otro sería el parón científico que se ilustra con el desmantelamiento de la Junta de Ampliación de Estudios y su conversión en un CSIC que no era sino un centro de propaganda oficial en sus inicios. Y luego dos secuestros: el de los símbolos nacionales y el de los símbolos religiosos. Porque en su excitación neoimperialista, Franco se apropió de la imaginería de toda una nación y en su nacionalcatolicismo de letra con sangre entró dejó sin fe ni ganas de nada que oliera a incienso a las generaciones venideras. Franco como máquina de crear figuras como El Gran Wyoming, que dijo que perdió la fe por un cura cabrón, y toda esa escuela de sectarismo progretón siempre enfrentada a la concordia.

Haciendo un análisis objetivo, Franco descojonó el país más de lo que estaba antes, a saber, en la conocida como Edad de Plata, que va de 1898 a 1936. Por eso, entre otras razones, debería ser exhumado cuanto antes y privado de cualquier boato nacional. Pero sobre todo, para empezar a entender, desde el estudio sereno, el daño que hizo a España, pese a sus «cosas buenas». Calibraremos entonces el desvertebre general, Cataluña incluida, que aún padecemos mientras algunos quieren arreglarlo precisamente resucitando sus nefandas recetas.

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