• jueves, 28 de marzo de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

El euskera como esperanto

Por Eduardo Laporte

La lamentable polémica del Olentzero de Leioa me reafirma en una idea tan poco grata como veraz: la normalización del euskera en la sociedad vasca y navarra es una utopía

Letras para un juego de palabras. ARCHIVO
Letras para un juego de palabras. ARCHIVO

Mi tío J. siempre ha sido amante de las lenguas, vivas o muertas. No en vano su padre, el escritor pamplonés AMP, llegó a conocer hasta seis, entre ellas japonés y euskera. Mi tío ha gustado de traducir novelas al latín y en su día se aficionó al esperanto, del que llegaba a chapurrear frases en las comidas, para nuestro asombro. Ahora ha descubierto la interlingua, versión modernizada del esperanto, que cuenta con sus comunidades en redes sociales, y que se basa en cuatro idiomas: español/portugués (lo consideran el mismo, sin mayores complejos), italiano, francés e inglés.

Anda traduciendo Pedro Páramo de Juan Rulfo a interlingua, que luego narra para SoundCloud, como se puede escuchar aquí. Es un popurrí de lenguas europeas, con una sonoridad que nos resulta familiar, inteligible a primera escucha. ¿No sería cómodo aprenderlo y con ello tener acceso lingüístico a Portugal, Francia e Italia? ¿Y que los habitantes de aquellos países lo aprendieran, lo difundieran, creando así una nueva comunidad hermana con unos lazos culturales nuevos que nos generarían una nueva fraternidad y prosperidad sin fin?

Las ideas de pizarra suelen ser tan bienintencionadas como imposibles de llegar a la práctica. Con un anhelo parecido se inventó el esperanto a finales del siglo XIX, la lengua planificada más internacional y extendida, con en torno a un millón de estudiantes activos en todo el mundo, según datos de Wikipedia. Su pervivencia hasta hoy responde a un sueño que estaría en las antípodas de las motivaciones de los defensores políticos del euskera: la internalización. El hablante más exacerbado de esperanto firmaría por la desaparición de todas las lenguas, pesadilla de Babel, para compartir una que vinculara a todos los pueblos del mundo.

El euskera es visto a menudo como lo contrario, la lengua cuya emergencia desearía el entorno peneuvebildutarra para la consolidación exclusivista de ese territorio soñado llamado Euskalerria, donde vasquitos y nesquitas danzarían aurreskus en alegre jacaranda para escanciar sidra, txotx!, antes de comer un buen chuletón en el caserío e irse a esquilar ovejas latxas antes del partido de pelota y escribir con los kríos la carta al Olentzero, en euskera, claro, que si no la entiende y no nos trae los regalos.

¡Ay, el chantaje! Esa pasivo-agresividad tan propia de ciertos tipos psicológicos, paso previo a la agresividad sin más. Alde hemendik.

La desafortunada carta del alcalde de Leioa me hizo pensar en el alcalde de la ciudad alemana de Herzberg am Harz, punto clave de los esperantistas de todo el mundo, pues se celebran eventos en esa lengua, encuentros, conferencias y los carteles están en bilingüe. Imagino al alcalde de Herzberg am Harz molesto porque apenas ningún chavalín ha escrito en esperanto a Papá Noel. «¡A ver, kinderrr, que tenéis que escribir en esperanten o no va a haber regalennn!».

Wikipedia habla del esperanto como una lengua planificada, mientras que de interlengua dice que es artificial. A mí estas broncas municipales a los chavales, seres aún libres de ideología, pura espontaneidad hasta que el entorno se encarga de liarles, me hacen pensar en el euskera como un proyecto parejo al esperanto o la interlingua. Un intento forzado, de pizarra, con un regusto artificial en no pocos casos, que sería divertido sino generara divisiones también artificiales e innecesarias, así como unas inversiones públicas que, txico, no sé.

Entrevistaban el otro día en rne al presidente de Real Academia de la Lengua Vasca, Andrés Urrutia, que se pronunció sobre la reciente edición de Euskaraldia. Hablaba de la figura del oyente, de ese sujeto que no sabe euskera pero que lo entiende, y cómo era positivo que se reunieran a tomar unos potes, aunque ese euskaldún en ciernes no abriera la boca. «No puede hablar, pero oye, algo entiende». Me pareció cómico. Pero la propia web de la organización no oculta un carácter de ingeniería social que ya me pareció menos gracioso:

«Euskaraldia es un ejercicio social para cambiar los hábitos lingüísticos de los hablantes que entienden el euskera, extendido a todos los ámbitos de la sociedad y limitado en el tiempo. El principal objetivo de Euskaraldia es incrementar el uso del euskera cambiando los hábitos lingüísticos de los ciudadanos».

A mí esto me genera algo de miedo. Me recuerda a las dificultades del esperanto para arraigar en la sociedad, y a estrategias de diseño para tratar de que la población lo use. Con la diferencia de que nadie cree realmente que el esperanto vaya a triunfar y no deja de ser una propuesta voluntaria, que no se dirige «a todos los ámbitos de la sociedad». En el peneuvebilduismo, sí. Creen en la utopía. Hacen creer a sus votantes en la utopía. Hasta que llegan esas cartas de los niños, buenos salvajes de Rousseau aún, en su castellano de Cervantes, al Olentzero, en un golpe de realidad tan duro como revelador.

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