• martes, 16 de abril de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

Estar jodido en Navidades es posible

Por Eduardo Laporte

Siente a un pobre a su mesa, se decía antaño. También hay pobres de felicidad a los que estos días entrañables tratan con especial antipatía

Un hombre leyendo en un sillón junto a un árbol de Navidad ARCHIVO
Un hombre leyendo en un sillón junto a un árbol de Navidad ARCHIVO

Decía la periodista Sabina Urraca en la radio que lo que menos le gusta de las Navidades es la obligación, ante la familia sobre todo, de pasar por feliz. Se da en estos días una especie de escáner del éxito vital que no tolera medias tintas. Hay que mostrarse radiante, pletórico, dando palmas con las orejas o de lo contrario te tildarán de amargado oficial. El Scrooge que todos evitan, el Grinch al que nadie llama para el aperitivo.

Estos días, sobre todo para los que acudimos a la que un día fue nuestra casa por Navidad, son el escenario ideal del quetalismo. Una fórmula de cortesía, ¿qué tal?, que del 22 al 7 de enero adopta un tono más inquisitivo, casi de sumario de instrucción Marchena style. ¿Qué tallllllll? Una pregunta dedo en la llaga, sal en la herida, que da cierto placerico a quien la formula. Porque lo hace desde una posición de confort de quien es y presume de integrado, frente al apocalíptico que se encuentra danto tumbos, de liana en liana, y capeando el temporal como puede, es decir, más jodido que tirando.

Podríamos advertir una sutil saña en ese quetalismo sociopático de provincias. Porque el preguntador se enseñorea, ha cobrado su paga extra, ha recibido su cesta corporativa que —pese a que lleve productos más propios de la Tómbola de Cáritas que del Club del Gourmet— le genera una endorfínica sensación de poder. En el puente foral, estuvo con señora y dos amigos en Praga. Qué maravilla Praga. Mucho frío pero qué bonito. No entendemos por qué Kafka se sentía como un escarabajo, jobar, con lo bonita que es. Y qué bueno el vino caliente y el codillo y la cerveza tostada, eso sí que es cerveza artesanal y no lo de aquí. En Semana Santa, ya han reservado una semana en Tenerife. El cuerpo pide sol y playa.

¿Y tú qué tal?

Las Navidades son el tiempo de la ‘speedtalk’ en el que no hay cabida para meandros existenciales, menos aún bajo el musicote bisbalero de cualquiera de los bares de Irrogne, mientras uno pelea en la barra para que le sirvan el enésimo frito de pimiento maridado con el enésimo Inurrieta 400. Es ahí cuando el quetalista puede acorralar al homus jodidus, doblemente hundido entonces y al que sólo el capotico de San Fermín, o el turbante de Baltasar si preferís, podrá sacar de tan peliagudo aprieto. Y el frito que no llega, y el vino que tampoco, y cuánto crío, coño, y otro hola qué tal por acá, y otro cuánto tiempo por allá, y qué bello es vivir, y qué ganas de beber ya, copón, joder, dos besos, a ver cuándo nos vemos, por Madrid bien, ¿no? Hala, un abrazo, te veo estupendo.

El homus jodidus tratará de reconvertir su divorcio en una maravillosa ventana que se cierra tras el reciente portazo en los morros. Su vocación frustrada por la tiranía de las facturas y su nueva encrucijada laboral, peinando ya cincuenta palos, en un oportuno ejercicio de resiliencia. El diagnosticado con una enfermedad tan rara que aún no tiene ni nombre hablará de sorpresas que te da la vida y… pedirá el enésimo vermú incompatible con la  medicación antes de irse a llorar al baño.

Seamos solidarios con ellos. Todos fuimos, somos o seremos ese ser necesitado de un abrazo sin causticidades. Reivindiquemos el derecho a estar jodidos en Navidad y escuchar del otro unas palabras de aliento. Quizá así haya quien espere estos días como un bálsamo y no como todo lo contrario. Amén.

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