• viernes, 29 de marzo de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

¿Deben las librerías apoyar más a los autores locales?

Por Eduardo Laporte

Concluida la Feria del Libro de Pamplona, cabe preguntarse si las librerías se comprometen lo suficiente con los escritores navarros o si no es ese su cometido

La Plaza del Castillo acoge la XV Feria del Libro de Pamplona en la que participan 12 librerías de la ciudad.(30). IÑIGO ALZUGARAY
La Plaza del Castillo acogió la XV Feria del Libro de Pamplona en la que participan 12 librerías de la ciudad. IÑIGO ALZUGARAY

Es conocido el refrán de que nadie es profeta en su tierra. Habrá quien se sienta así y quien no. Personalmente, me he sentido muy arropado desde mis trémulos inicios por los medios, los lectores y las instituciones, pero ¿y las librerías? Hace unos días, me acerqué a una conocida librería del centro de Pamplona, la elegida desde niño para mis compras librescas.

No pude evitar esa cosa de autor neurótico de buscar mi recién salido del horno libro entre las mesas de novedades. Lo vi, pero en un lugar no ya presidencial sino marginal. No juzgué mala fe en esa ubicación, entiendo que el desfile de libros semanal es tan ingente que los títulos se pierden, los autores se confunden y todas las editoriales parecen la misma. Sin embargo, sentí una pequeña punzada en mi corazoncito. Por ser tratado no ya como uno más, sino como uno cualquiera, ay, pero también por lo que juzgué un buen ejemplo de desidia profesional y lo peor que le puede suceder a una librería: que se traten los libros como mercancía sin alma.

En mis paseos por la ciudad, me fijo en los escaparates de las librerías y no suelo ver a autores locales. Me da pena. Como si en una vinoteca no hubiera una sola botella de rosado navarro y fueran todos finos de Cádiz, vino verde de Portugal y malvasías de Lanzarote. Y creo que no caigo en el provincianismo tontoide al afirmar que ese escenario, en una vinoteca, me entristecería, así que cuando veo algo parecido en una librería, pues me fastidia.

No tanto por ver obstaculizado el acceso a los lectores, fin último de todo aquel que escribe algo, sino por lo que tiene de estrategia impersonal, donde vale lo mismo un Ken Follet que un Javier Díaz Húder, y donde no se aprovecha el interés que puede tener leer algo escrito por alguien de aquí, sobre alguien o algo de aquí. Navarra es de las comunidades españolas con mayor consumo de prensa local, ¿no podría pasar algo parecido con sus escritores? No por ser nacidos en Tudela o en Leiza, sino por hablar de personajes cercanos, y pongo como ejemplo ‘Los catorce de Iñaki’, en donde Jorge Nagore narra el intento de rescate del difunto Iñaki Ochoa de Olza en el Himalaya.

A juzgar por la presencia de numerosos autores como Chapu Apaolaza (‘7 de julio’), Begoña Pro (‘Las cadenas del Reino’) o Julia Montejo (‘Los abrazos oscuros’) en la Feria, organizada por libreros (con el tradicional pique de los editores, durante años sin presencia en el evento, aunque parece que se va abriendo la mano), nadie diría que el gremio no apoya a los autores. Pero, ¿podrían hacerlo más? ¿Deberían?

Mi opinión es que sí, como hacen en Walden o Elkar, con tendencia natural a dedicar espacios de preferencia a los autores de la casa. Hasta aquí mi opinión, o mejor dicho impresión, veamos la de otros colegas consultados para el artículo.

MÁS VENTAS

Margarita Leoz, que deslumbró en 2012 con su ‘Segunda residencia’, considera que no es función de las librerías hacer esa digamos promoción extra. «Y si me apuras, tampoco de las bibliotecas». Para Leoz, debería primar la calidad de las obras y no si los autores son del terruño o no. «Que sea el propio libro el que se defienda él mismo».

Carlos Erice, autor de estupendas novelas negras con algún enganche a Pamplona como su reciente ‘Orán ya no te quiere’, cree que sí hay apoyo suficiente. «Y no sólo por solidaridad o amistad, sino porque se han dado cuenta de que les resulta rentable».

Ignacio Lloret, que acaba de entregar a la imprenta su ‘El puente de Potsdam’, considera que no es obligación de las librerías navarras apoyar a los autores locales, aunque matiza que ese apoyo, como apunta Erice, les puede traer más ventas. Ofrece también un interesante punto de vista, el del autor que, si quiere figurar, se lo tiene que currar: «Si quiero que un librero ofrezca y promocione mis libros, me preocuparé previamente de conocerle y de ser cliente suyo adquiriendo también los títulos que vende él».

LIBRERÍAS Y TIENDAS DONDE VENDEN LIBROS

¿Qué es una librería? Alguien dirá que una tienda en donde venden libros. Las hay así, es cierto, en Pamplona. Por suerte, varias de ellas están mutando en una suerte de pequeños epicentros culturales con el objetivo de, además de ganarse la vida dignamente, contribuir al fomento de la lectura. Eso debería ser una librería, y así lo ve también Juan Iribas, que acaba de publicar ‘El guardián de la intemperie’: «Una vez leí una frase muy buena, refiriéndose a la Librería Alberti de Madrid: “Una cosa es una librería y otra una tienda donde venden libros”.

Hay que ir hacia lo segundo y quizá el 'gremio' de autores navarros deberíamos preocuparnos y ocuparnos por establecer un calendario (junto con nuestras editoriales) para fomentar que, además de las bibliotecas y los clubes de lectura, las librerías tengan un espacio».

Javier Serena es otro autor navarro (su ‘Atila’ es gourmet literario) que conoce bien el sector, como escritor y desde su trabajo en el Ministerio de Cultura en temas editoriales y de fomento de la lectura. Su juicio es positivo, sobre todo comparando la situación con ciudades de tamaño similar. «Viví un año en Córdoba, una ciudad de dimensiones parecidas y con muchos más autores y más tradición literaria, y el número de librerías y su actividad era muchísimo menor. Es algo llamativo de Pamplona y que se debería valorar, porque el negocio librero no es nada sencillo», dice Serena, que pone como ejemplo a Walden, Auzolan o Katakrak.

Eso que se ha venido a llamar la cadena del libro es algo vivo y que, como apuntan Iribas o Lloret, tiene que implicarnos a todos. Quizá así logremos seducir de verdad a la figura más valiosa de todas: el lector.

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