• martes, 19 de marzo de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

El odio (abertzale) en tiempos del corona

Por Eduardo Laporte

Estos tiempos señalados y delicados de la historia ponen de manifestó lo que somos. Nuestras virtudes y defectos. Qué fácil es hacer el ridículo cuando menos toca.

El ejercito recorre las calles de Pamplona durante la crisis del coronavirus y del estado de alerta. MIGUEL OSÉS
El Ejército recorre las calles de Pamplona durante la crisis del coronavirus durante el estado de alerta. MIGUEL OSÉS

Si no me equivoco, el entonces presidente Zapatero decidió crear la Unidad Militar de Emergencias tras el desastre humano y ecológico del incendio Riba de Saelices, Guadalajara, del verano de 2005. Siendo parte de las Fuerzas Armadas, actuarían como un brazo operativo más ágil y presto a saltar allá donde surgiere la catástrofe a toda leche. Integrantes de esa UME, así como de otros Ejércitos, salieron los pasados días por las calles de Pamplona, casco viejo incluido, para cumplir con los protocolos de la operación Balmis, es decir, velar, por ejemplo, para que no ocurra lo que está sucediendo esta semana en localidades como Llanes o Cartagena. Porque la nocturnidad ha llevado a muchos ‘covidiots’ a alcanzar furtivamente sus segundas residencias para disfrutar de algo parecido a unas vacaciones, o un confinamiento al menos con vistas al mar, poniendo en peligro la salud pública.

A muchos vecinos de Irroña, que diría Ancín, parece habérseles olvidado lo del estado de alarma, o quizá lo entiendan como una especie de Sanfermines de interior, tiempo de pandemia apto para jugar al mus, descorchar ese pacharán ya macerado e insultar a los militronchos. Qué transversal es por cierto la cacerola, máxima expresión del populismo en cuanto que la usan tanto VOX como Podemos. La melodía que produce me agrada tanto como la del reguetón de mis vecinos latinos cuando me dispongo a dormir.

¿A qué venía ese paseo por el corazón mismo de la Iruñazarra? Pues yo qué sé, quizá oteaban sitios para desinfectar, o vigilaban esas posibles escapadas o, simplemente estiraban las piernas o incluso admirando la recoleta ciudad vieja, como hacen los futbolistas cuando viajan a ciudades como Tallin o Riga en sus competiciones europeas.

Pero al abertzale medio la sola presencia de un elemento que pueda recordar la idea de España le cortocircuita las tuercas hasta el extremo, como poco, de sacar una cacerola para manifestar su odio atávico. Faxistak! Opresorrr! Benditas cacerolas si estas sustituyen a las balas, dicho sea de paso. Las familias de los 86 militares que se cargó ETA lo siguen prefiriendo.

Por otra parte, ¿a qué esa fijación tan visceral contra los uniformes? Resulta curioso cuando luego muchos de estos activistas de balcón lanzan vivas y hurras hacia dictadores que no se quitaban el uniforme verde oliva ni para dormir, como la estirpe cubanobolivariana toda, liderada en su día por aquel Che Guevara, encarnación viva del belicismo más de manual.

Que vinieron a provocar suele ser la respuesta predecible en este tipo de casos. Que a qué pusieron el himno de España en plena Jarauta. Por lo visto, la música patria vino como reacción a las sostenidas mofas, befas y escarnios que soportaron estos tipos, militares, sí, por el mero hecho de obedecer las directrices de la operación Balmis antes citada, y que aquí se contó muy bien por cierto.

Y es que el ambiente venía caldeado desde esos vomitorios del odio que también son las redes sociales. Alguien debería analizar si es de recibo (moral, al menos) que un diputado del Congreso de los Diputados se dedique desde su cuenta de Twitter a irrigar, día sí, día también, tuit a tuit, odio contra el Ejército. Dense un paseo por el perfil del diputado bildutarra en Cortes Generales Jon Inarritu y díganme si es no cutre, como poco, ese desprecio infantil, lindante con el bullying, es decir, el acoso psicológico, forma enmascarada de violencia, hacia los miembros de las Fuerzas Armadas. A mí me parece penoso.

Le sigue de cerca el senador por Navarra (manque guipuzcoano), Koldo Martínez, de GeroaBai, que vive obsesionado por cómo las fuerzas de okupazioa caquis se cuelan cual caballo de Troya en, yo qué sé, Tafalla, donde se dedicaron a desinfectar lo desinfectable y poco más. Su cuenta de Twitter es otra buena muestra de esa necesidad, quizá electoralista, de desprecio institucional.  

A mí me parece que obedece a un odio más allá de cálculos políticos. Fobia. Y, como desde cierto abertzalismo lo español es considerado algo ajeno, extraño, aunque hablen la lengua de Cervantes y cobren de las arcas del Estado (español), añadiremos el prefijo, xeno. O sea, xenofobia, como la del exalcalde Asiron con la famosa avenida que si algo genera es innecesaria división social. Porque una cosa son las divergencias ideológicas y otra unas fobias irracionales que sobran en el espacio público, más aún en tiempos tan jodidos como los del corona(virus).

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El odio (abertzale) en tiempos del corona