• martes, 19 de marzo de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

Blue Monday en junio

Por Eduardo Laporte

El que fuera mi mes favorito se presenta azuloscurocasinegro dado el panorama general y particular.

Dibujo de un pájaro sobre cables azules.
¿Qué es «esto»? Un vivir para pagarlo, un homenaje a Sísifo en el que cada día la bola es más grande, un juego de las sillas en el que ganan los de siempre.

Día nublado en Madrid, lunes pesado, plomizo, panza de burra y etc. Aún pesa la resaca de los últimos encuentros sociales. El cuerpo no admite ya esos excesos que brillaron por su ausencia durante el confinamiento. Durante ese tiempo, uno aprovechó para reconstruirse, solo, por fin, sin distracciones, sin esa vida social madrileña que no conoce más alternativas que la del concurso de elementos tóxicos para lidiar con la carga abstracta e inasible de la gran ciudad.

Al final, el lunes se levanta plúmbeo en lo meteorológico, pero también en lo espiritual. ¿Qué verano nos espera? ¿Qué futuro, vaya, nos espera? ¿Podemos esperar algo? ¿De los demás? ¿De uno mismo? El confinamiento ha traído también la voladura de algún que otro puente y se hace difícil la reconstrucción. Estamos ya viejos y quemados. Necesitaríamos un plan Marshall de las relaciones afectivas que precisarían del acuerdo de dos para surtir efecto y no está claro que así sea. El tipo que lanzó la bomba desde el Enola Gay no parecía luego muy por la labor de llamar a ver qué tal todo.

Tal es la desidia que me invade este lunes de junio, cuando escribo esto, que me planteo entregar el artículo más corto del mundo. Uno se pasea por Twitter y sólo ve pros y antis. La guerra de bandos. El tú contra mí. Qué manido, por otra parte, todo esto. Pero qué pachana cuando quien se supone que está de tu lado, el Estado, también está en tu contra. De nuevo llueve sobre mojado y sin previo aviso te calzan unos impuestos en plan mortero. ¿De qué sirve un aplazamiento si luego te los colocan todos de golpe? Violencia. Poco después, la gestora te mete otro palo en el ojo. La declaración de la renta sale a pagar y de pronto dices adiós a verano, viajes, playas. Cuatro cifras. Y siguen sin corregir ese lacerante punto en sus comunicaciones: 2.020. Punta del iceberg de un Estado fallido. Sálvese quien pueda. Recuerdo hace unas semanas a Antonio Gamoneda en la presentación de, precisamente, ‘La pobreza’. «No es esto lo que queríamos. No se luchó por esto». ¿Qué es «esto»? Un vivir para pagarlo, un homenaje a Sísifo en el que cada día la bola es más grande, un juego de las sillas en el que ganan los de siempre.

Parece que el estado del bienestar depende ahora de ti solito. El ingreso mínimo vital a tu cargo, cuando tú serás el próximo en pedirlo a este paso. Pero no te puedes quejar, porque tienes suerte, tienes donde caerte muerto, o vivo, aunque a veces tus vecinos te recuerden con un insidioso reguetón a deshoras que no vives en ese barrio de Salamanca que los ricos dicen ahora que está de capa caída, que es un quiero y no puedo.

Tampoco quieres caer en la autocompasión. Sabes que, en buena medida, este Blue Monday en junio es en buena parte fruto de la depresión orgánica del alcohol, del retorno por la puerta grande a la sociedad, así como de los nubarrones que amenazan lluvia que, como las lágrimas, no caen. Te cansa esa constante de dar dos pasos y, cuando parece que por fin avanzas, retroceder tres. Como si te sujetaran de la cintura con una goma para impedir cruzar la meta de una yincana ideada por un guionista cabrón.

Queda la conciencia tranquila de haber trabajado durante estos meses, de haberse ganado uno la vida con cierto tesón mientras el mundo se hundía, y de haberlo hecho con lo que uno cree. O de haber dedicado, como tantas veces, todas esas horas nocturnas a esas creaciones sin dueño que a veces se travisten de homenaje a la nada, a la contumacia, ay, conformando con el tiempo una encomiable definición del fracaso. Ayer me escribía una amiga que me ayudó a mover un manuscrito: «Me ha dicho el editor que no le interesa para su catálogo, pues trabaja temas más comerciales y a autores que tengan un cierto volumen de seguidores en redes» (sic).

El tocar fondo se amplía con un nuevo fondo para la colección, como este lunes bajonero en el que apenas me he despegado de la silla, y las horas que quedan aún. Esa línea Plimsoll o marca de francobordo que indica el nivel de carga que puede llevar un buque en condiciones de seguridad. ¿La insoportable levedad del ser? Kundera, muérete, diría si no estuviera feo insultar a una gloria literaria viva. Habla Iñaki Arbilla de la maldición de los años pares, en su diario homónimo. En este blue monday primaveral no puedo sino darle la razón, esperando que empiece de una vez la racha bendita, de la que no me moveré hasta que sople tantas velas como el mismísimo Clint Eastwood.

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Blue Monday en junio