• viernes, 19 de abril de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

¿Es Bildu peor que Vox?

Por Eduardo Laporte

Sus gestos de amable corrección política, como ese Otegi que posa con gatitos en Twitter, no deberían hacernos olvidar sus conexiones con el entorno etarra.

El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, ha participado en Pamplona en una manifestación por el Aberri Eguna junto a candidatos de Bildu como Isabel Pozueta MIGUEL OSÉS
El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, ha participado en Pamplona en una manifestación por el Aberri Eguna junto a candidatos de Bildu como Isabel Pozueta MIGUEL OSÉS

Hannah Arendt no escribió nunca ‘La banalidad del mal’, pero sí ‘Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal’, publicado en 1963. Son crónicas del juicio contra Adolf Eichmann, en Israel, por sus crímenes nazis. En sus declaraciones, Eichmann daba a entender que él operaba, organizando acciones tales como el transporte de judíos a campos de concentración para la posterior ‘solución final’, sin consciencia de bien ni de mal. Para él debía de ser como trabajar en Transportes Pérez: recibía órdenes y trataba de realizarlas con el mayor celo y precisión posible. Eficiencia alemana tanto para genocidios como para la industria del automóvil.

Cabría pensar que el mal es como los impuestos. El desconocimiento no te exime del cumplimiento. Lola Flores tuvo que pagar a Hacienda aunque no supiera que tenía que haber declarado sus rentas como por lo visto no hizo. ¿Eichmann no sabía qué estaba haciendo? Lo sabía, aunque lo que quizá no calibró del todo es que un Estado fuera capaz de corromperse tanto hasta el punto de exterminar a millones de judíos. O no sabía que era posible salirse de esa rueda demoníaca, decir no, rebelarse contra unos superiores que estaban poseídos por el mal. Quizá Eichmann —no conozco al dedillo su biografía— creía que hacía lo correcto para su patria, como si le hubieran mandado construir un pantano. Como si no pudiera asumir que tanta abyección nacía de la clase política que el pueblo había elegido para gobernarles.

Quizá muchos votantes de Bildu, incluso algunos de los que trabajan para ellos —yo mismo en su día desarrollé un proyecto que finalmente se truncó—, no tienen todos los días en mente que siguen demasiado asociados a ETA y que sus simpatías les describen más que las declaraciones formales de rechazo que puedan haber hecho, con tal de colarse en los parlamentos. Ahí están los homenajes a Josu Ternera, uno de tantos homenajes a etarras que se realizan ante el silencio cuando no promoción bildutarra, las fotos de presos en las distintas korrikas, y el espíritu ‘Alde hemendik’ que sale a la mínima ocasión si de amedrentar a la Guardia Civil se trata, en una tendencia de enaltecimiento del terrorismo muy aguda todavía.

Las ideas no se pueden prohibir. Vox puede desear que se expulse a los emigrantes sinpapeles y que los españoles «de bien» tengan armas en casa y que se culpe de todos los males de la sociedad a la mujer y que se considere a los homosexuales una suerte de enfermos mentales peligrosos. La convivencia implica también soportar a los indeseables tratando de no darles alas. Para ello, basta con no contar con ellos como socios políticos. No tratarlos como iguales en el juego democrático mientras sobrevivan de fondo unos ideales subversivos de la propia democracia. ¿Es Bildu peor que Vox? ¿Es más peligroso que Vox? En cuanto que mantienen simpatías con el entorno etarra y siguen blanqueando una de las páginas más negras de la historia de España sin renunciar a un ideal de una Euskal Herria libre y foco interminable y futuro de conflictos sociales, a mí me sale responder que sí. Porque la amenaza de Vox, hasta la fecha, no parece ir más allá de un vestigio folclórico-nostálgico-facha que las urnas están demostrando casi irrelevante.

Me pregunto si dentro de Bildu hay muchos que, como el teniente coronel Eichmann, banalicen el mal de tal modo que olviden que su formación sigue vinculada a la muerte de casi mil personas, así como de la extorsión a miles de ciudadanos que sólo tenían el ‘pecado’ de tener una empresa con beneficios o la salida forzosa de todo aquel que se sintiera amenazado por aquellos que optaron por la socialización del dolor.

Mientras no se revierta la cosa y se apueste por la socialización del perdón, por la renuncia radical a ese fascismo con pasamontañas, a Bildu no habría que alimentarlo con pactos, ni tampoco beneficiarse de unas abstenciones trampa que seguirían enseñoreando a una formación heredera moralmente del terror. Por ello, tanto María Chivite, como Esporrín como incluso Esparza deberían demostrar esta semana que están en democracia para algo más que para cobrar sus salarios públicos, esto es, para robustecer esa democracia. Todos aspiramos a la convivencia, política y social, pero para que se dé la amistad conviene dejar claro que uno ha dejado atrás esos pecadillos de juventud: cuarenta años de dictadura de las armas. Cuando en Bildu se posicionen de verdad en contra del terrorismo, cuando pidan perdón de manera sincera y se establezca un compromiso firme por la paz y la convivencia, entonces quizá se puedan levantar unos vetos de momento necesarios para seguir distinguiendo entre el bien y el mal

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