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Blog / El Perolas

Intolerantes intolerados y alérgicos apestados

Por Carlos Marañón

Se vierten ríos de tinta, pasiones desenfrenadas y comentarios salvajes sobre las intolerancias alimentarias y sobre las alergias a la hora de visitar un restaurante.

Una mujer comiendo en un restaurante ARCHIVO
Una mujer comiendo en un restaurante ARCHIVO

He llegado incluso a leer que algún local quiere implantar un suplemento a quien a la hora de hacer una reserva diga que tiene algún tipo de alergia o intolerancia. ¿No será mejor idea que directamente les sea prohibida la entrada? “Queda prohibido el acceso a animales de compañía, celiacos y alérgicos alimentarios”. Para tu casa, que eres alérgico a los frutos secos, exiliado con un bocata al banco del parque y ya nos veremos al terminar de cenar.

No crean que esto último es fruto de la exageración o de un momento de locura transitoria, lo he visto defender fervientemente con un convencimiento como cuando los esclavistas pensaban que los negros eran inferiores, que las mujeres no tuviesen derecho al voto era algo natural o que los judíos eran una raza a exterminar.  He leído que “vuestra enfermedad real o mental es única y exclusivamente vuestro problema”. Escalofriante.

Defender el ostracismo gastronómico de quien tiene una enfermedad es demencial. Sufro en segunda línea una intolerancia alimentaria, celiaquía para ser exactos. Y una de las frases más repetidas es “ahora hay de todo”.

Desde luego que hay una gran oferta en productos y locales sin gluten, pero irse de pinchos, tomar una pizza, ir a comprar el pan, o tomar un vermú es un galimatías que tienes que resolver día a día. No hablemos ya cuando se va a salir de viaje o visitar una ciudad. Y delsobrecoste económico no hablamos.

No podemos meter en la misma olla a quien sufre celiaquía de quien por moda o tendencia se hace pasar por celiaco para, a mitad de la comida untar la salsa con pan diciendo que soy celiaco “pero no del todo”. A estos si que había que prohibirles la entrada “pero no del todo”. Dejarlos en la puerta del restaurante que también es restaurante “pero no del todo”.

La norma es que solemos rozar la suplica a la hora de pedir, en el momento de tomar una croqueta o meterse en el buche un montadito “sin gluten”. Y en el caso de contaminación cruzada o error por parte del local, se tiene la “suerte” que con una semana de vomitonas y retorcijones recuperas una cierta normalidad. No hay que ir con la jeringa del antihistamínico a comer y el teléfono preparado, por si hay que correr a urgencias por tomar algo a lo que se tiene alergia.

Por favor se lo pido, no tengan educación, ni respeto, ni normalidad ante los intolerantes y alérgicos que no lo son.

Que solo lo usan para llamar la atención o para que enfermiza idea de su cabeza. Y hagan lo mismo por quienes desde su comodidad, por no tener ninguna enfermedad, se atreven a ponerles en liza y marcar como apestados a todos por igual, tanto los que fingen como los que sufren enfermedad. Los únicos apestados son ellos por meterlos en el mismo saco.

Una cosa es una enfermedad real, que se sufre paciente, silente y con total estoicismo. Y otra una moda o tendencia que se hace pasar por enfermedad. A estos segundos ni agua.

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