• viernes, 29 de marzo de 2024
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Inmortal

Por Juan Iribas

Me gusta la música y, de cuando en cuando, a uno le encanta escuchar buenas canciones, a poder ser en directo.

Alguien graba un vídeo en un concierto.
Alguien graba un vídeo en un concierto.

Recuerdo el primer concierto al que acudí, de Duncan Dhu. ¿O de La Trinca? Me dediqué a mover el esqueleto y a tararear todo lo que sabía con mi garganta quinceañera. Hace relativamente poco fui con mi madre, por imperativo legal, a ver a María Dolores Pradera; salí estupefacto después de ser testigo de cómo una nonagenaria lo daba todo y más sobre las tablas.

Y, a lo que voy: el otro día asistí a un concierto improvisado dentro de una cafetería. La casualidad permitió que nos tropezáramos los madrugadores con los trasnochadores; unos trasnochadores que, parafraseando el Romance del prisionero, no sabían cuándo es de día, ni cuándo las noches son.

Un veinteañero con cara de sueño y ganas de marcha de repente se arrancó con el estribillo de Inmortal, de La Oreja de Van Gogh, una canción y un grupo que, en fin, a mí ni frío ni calor… Aquel chaval cantó de tal forma y con tal entusiasmo que, en cuanto llegué a casa, me vi en la obligación de tirarme en plancha a YouTube  y hartarme de escuchar ese tema. Desde ese momento no se me va de la cabeza el estribillo y estoy a todas horas con la tonadilla en la mente.

Seré tu luz, seré un disfraz,
una farola que se encienda al pasar,
cualquier mariposa, la estrella polar que viene sola
y muy solita se va
seré el sabor de un beso en el mar,
un viejo proverbio sobre cómo olvidar,
Seré inmortal.

Y, por cierto, aquel solista, creo que de Ujué, ya tiene un fan.

Ideación de ‘Inmortal’

Este relato está basado en lo que me pasó el 25 de diciembre a las 8 de la mañana en una cafetería de Tafalla.

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