• viernes, 19 de abril de 2024
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SOCIEDAD

El verano de Teresa Pena: repite por quinta vez como voluntaria en el campamento de Aspace

Ha disfrutado de una semana en el albergue de Lekaroz junto a veinte usuarios de esta asociación con parálisis cerebral.

Teresa Pena es voluntaria en el campamento de verano de Aspace. CEDIDA
Teresa Pena es voluntaria en el campamento de verano de Aspace. CEDIDA

Teresa Pena, voluntaria de Aspace de 22 años, observa como varios usuarios de esta asociación realizan un taller de repostería. La joven participa como voluntaria por quinto año consecutivo en el campamento para jóvenes con parálisis cerebral, que se organiza en Lecároz.

Se apuntó por primera vez cuando terminó el colegio. Por aquel entonces tenía solo 17 años y muchas ganas de dedicar parte de su verano a ayudar a otras personas y facilitarles el disfrutar de unas merecidas vacaciones.  

Y le gustó tanto la experiencia que ha repetido una y otra vez. "Yo soy de Pamplona, pero he estudiado en Bilbao", indica. Por ese motivo, solo puede colaborar con la asociación durante la temporada estival. Y, por el momento, ningún año ha faltado a su cita con los jóvenes de Aspace

Estudió en el colegio Jesuitas de Pamplona. Y fue allí donde descubrió que le gustaba ayudar a los demás. "Nos animaban mucho a hacer voluntariado", recuerda de esos años. Y, durante el curso, los alumnos realizaban diferentes actividades: "Íbamos al Banco de Alimentos de Navarra o a residencias de ancianos", especifica Pena. 

Ya durante sus últimos años de Secundaria, la joven voluntaria participó en los campamentos urbanos de Anfas. Pero tras terminar Bachillerato, consultó a una profesora por otras opciones de voluntariado. 

Solo tenía un requisito: que no hiciera falta salir del país. "Eso lo hace todo el mundo", justifica Pena esta decisión. Ella quería ayudar cerca de casa. Y, cuando le hablaron de Aspace, se puso rápidamente en contacto con la asociación para pedir información. 

PARÁLISIS CEREBRAL

"Fuimos a hablar con ellos tres amigas", relata. Y les recomendaron participar en el campamento como una primera toma de contacto con la parálisis cerebral. "Nos animamos y disfrutamos mucho la experiencia". Tanto que Pena, cinco años después, sigue yendo cada verano a Lecároz. 

Pena comparte la habitación con otra voluntaria y dos usuarios en el albergue de Lecároz. "Nos encargamos de levantarlos y ayudarles a vestirse. Después, les acompañamos a desayunar", relata cómo se inicia cada día en este campamento familiar. 

Después, los voluntarios acompañan a los usuarios a la terapia neurológica con la metodología PETO. Esta actividad les ocupa toda la mañana, con una parada para almorzar y otra para comer.

Ya después de la siesta llega el momento más lúdico del día. "Por las tardes hacemos diferentes actividades. Por ejemplo, utilizar las bicicletas adaptadas". Los usuarios también disfrutan de tomar un pintxo en Elizondo o de las piscinas hinchables que se instalan durante el verano en el albergue. 

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El grupo disfruta de su estancia en el albergue de Lecároz. CEDIDA

No obstante, la rutina cambia un poco los fines de semana. "Organizamos distintos talleres en el albergue", indica Pena. Y pone de ejemplo la actividad de repostería que realizan en esos momentos los usuarios. "Van rotando divididos en pequeños grupos". 

Estos días en el campamento de Lecároz no solo los usuarios lo pasan bien. "A mí este voluntariado me ha aportado muchas cosas", insiste Pena. Por ejemplo, le ha permitido conocer de cerca la parálisis cerebral

"Ahora tengo una visión completamente diferente sobre estas personas", agradece. Y explica que antes se fijaba antes en la silla de ruedas y no en la persona en sí. "Conforme pasan los días, dejas a un lado esa silla y las diferencias que puedan tener esas personas contigo", reflexiona. "Son personas como tú, normales y corrientes", apostilla. 

Además, agradece el vínculo "tan bonito" que está forjando con los usuarios y sus familias. Al campamento llegan todos los años jóvenes usuarios procedentes de diferentes puntos de España. "Canarias, Madrid, Andalucía o Tarragona", ejemplifica Pena. 

Además, el grupo suele repetir todos los años "con algún pequeño cambio". Y eso facilita que voluntarios y usuarios terminen por conocerse bien. "Sus padres también nos conocen porque todos los días les mandamos a las familias lo qué hemos hecho en el campamento". 

"Hay que perder el miedo al voluntariado", pide Pena, quien anima a todas las personas a probar esta experiencia. "Es cierto que los voluntarios venimos a ayudar, pero aquí somos uno más. Y nos lo pasamos muy bien".


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