• viernes, 19 de abril de 2024
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SOCIEDAD

Simón Azpiroz, misionero navarro: "En América Latina además del coronavirus está el hambrevirus"

Vive en el albergue que la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios tiene en Quito, donde convive con otras 30 personas.

Fotografia cedida por el misionero navarro Simón Azpíroz (en la imagen) que dejó Pamplona hace 12 años con la vocación de realizar un "sacerdocio hospitalario" como misionero en América Latina, en países como Bolivia, Cuba o Ecuador, donde se encuentra ahora y donde admite que "además del coronavirus está el hambrevirus". EFE.
Fotografia cedida por el misionero navarro Simón Azpíroz (en la imagen) que dejó Pamplona hace 12 años con la vocación de realizar un "sacerdocio hospitalario" como misionero en América Latina, en países como Bolivia, Cuba o Ecuador, donde se encuentra ahora y donde admite que "además del coronavirus está el hambrevirus". EFE.

Simón Azpíroz dejó Pamplona hace 12 años con la vocación de realizar un "sacerdocio hospitalario" como misionero en América Latina, en países como Bolivia, Cuba o Ecuador, donde se encuentra ahora y donde admite que "además del coronavirus está el hambrevirus".

Azpiroz lo conoce de primera mano y sabe que también "acaba creando estragos" según ha contado a Efe, por lo que su objetivo es "ayudar lo máximo posible a la población" desde el albergue que la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios tiene en Quito, donde en estos momentos convive con otras 30 personas.

De normal el local tiene una capacidad para 60 personas "sin incluir a los hermanos" que viven allí, pero, "de acuerdo a las normas" tuvieron que hacer una selección y quedarse con "las más vulnerables" y con menos recursos antes de cerrar las puertas del albergue, según explica el navarro.

Ecuador se encuentra entre los países de Latinoamérica con más casos de coronavirus y ya supera la barrera de los 20.000 infectados, algo a lo que desde las instituciones hacen frente con medidas "similares a las que ha tomado España", comenta Azpiroz.

Ambas naciones decretaron el estado de alarma a mediados de marzo y en el caso de Ecuador impusieron el uso de mascarillas de forma obligatoria e instauraron un toque de queda "a partir de las dos de la tarde". Sin embargo, no fue suficiente para frenar la expansión del virus en ciudades como Guayaquil.

Situada en la costa del Pacífico y con más de 2,2 millones de habitantes "que no respetaron las medidas que se tomaron", ha acabado siendo la "más golpeada" por el virus, pues "la mitad" de los casos registrados en Ecuador se localizan en Guayaquil, según asegura Azpiroz.

El misionero navarro Simón Azpiroz trabaja en la orden hospitalaria de San Juan de Dios en Quito. EFE

"Fue un caos", así lo califica el misionero navarro, que relata cómo "colapsó el sistema sanitario y las familias tenían miedo de salir", además de "miedo al contagio" si tenían en sus casas a los difuntos, por lo que algunas personas "sacaron los muertos a la calle".

A pesar de esta situación, Azpiroz trata de aportar su granito compartiendo aquellos alimentos que les llegan al albergue "con personas del barrio y otras instituciones que lo necesitan", pues esa es la única vacuna existente para paliar el 'hambrevirus'.

Así define el misionero a una enfermedad mucho más extendida y más letal que la COVID-19: el hambre, que, según los datos proporcionados por el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, se estima que con la crisis del coronavirus duplique sus cifras de afectados hasta alcanzar los 265 millones de personas.

Sin embargo, como "hombre de fe" prefiere ayudar a los demás a que "vean este momento difícil desde la óptica de la esperanza", pues considera que ese es el papel fundamental de la Iglesia en esta pandemia. "La Iglesia la formamos las personas", admite Azpiroz, que anima a que en esta crisis "cada casa y cada familia sea una iglesia" y que se puedan "reunir para rezar" y lanzar un mensaje de consuelo.

Es por eso que confía en que estas jornadas de confinamiento sirvan como una "oportunidad de conocernos a nosotros mismos, de reflexionar, de crecer y de madurar", pues está convencido de que "saldremos fortalecidos", más humanos y más conscientes de que "Dios no nos va a abandonar".

Aún estando al otro lado del charco, se niega a abandonar la conexión que le une desde 1974 con su Pamplona natal y por eso llama todos los días a su madre, que "ahora está sin salir y es viuda".

También se acuerda de la Iglesia de San Cristóbal en el barrio de la Txantrea, donde su "inquietud" por convertirse en voluntario "fue cristalizando" antes de tomar la beca que lo llevó hasta la ciudad de Cochambamba, en Bolivia y, finalmente, a descubrir su vocación al sacerdocio hospitalario.

Con Azpiroz son 657 los misioneros navarros que se encuentran repartidos por todo el mundo para que "Dios se haga presente en aquellos lugares donde los que siguen al Señor son una minoría", según los datos del Arzobispado de Pamplona, que este 3 de mayo celebra la Jornada Mundial de Celebración de las Vocaciones Nativas. EFE


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