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SALUD

24 horas con una ambulancia de emergencias en Navarra: “Respeto sí, pero a la muerte no se le puede tener miedo”

Navarra.com acompaña durante una guardia a una unidad de ambulancias de emergencia. Son los primeros en llegar ante cualquier urgencia, aunque los convenios no les reconozcan como sanitarios.

Elena Sádaba, Técico en Emergencias Sanitarias, acompaña a la paciente dentro de la ambulancia para tranquilizarla durante el traslado al hospital. En el reflejo se puede ver a Carlos Marco, conductor de la ambulancia. MIGUEL OSÉS
Elena Sádaba, Técnico en Emergencias Sanitarias, acompaña a la paciente dentro de la ambulancia para tranquilizarla durante el traslado al hospital. En el reflejo se puede ver a Carlos Marco, conductor de la ambulancia. MIGUEL OSÉS

“A los de los botellones no les multaría. Les diría: ‘Majo, toma este buzo y ponte a cuidar pacientes Covid’”.

Carlos Marco tiene 61 años y lleva más de media vida conduciendo ambulancias. “Bueno, al principio eran coches familiares”, puntualiza.  El sector evolucionó y los medios mejoraron. También se exigió una titulación homologada común: Técnico de Grado Medio en Emergencias Sanitarias (TES). Él, al igual que Elena Sádaba, su compañera de guardia durante el reportaje, tuvo que reciclarse para seguir ejerciendo su profesión.

07:49 horas. Todavía no han dado las ocho de la mañana en Estella y la lluvia se transforma lentamente en aguanieve. En el polígono de Merkatondoa, detrás del campo de fútbol del Izarra, Sádaba y Marco desinfectan y ponen a punto una Mercedes Transporter amarilla con el 112 estampado en azul en los laterales.

Un piso más arriba, está la oficina con salón, dos habitaciones y cocina. Una pequeña casa, en la base de emergencias de Baztán Bidasoa de Estella, en la que hacen guardias de 24 horas cada cuatro días. De siete de la mañana, a siete de la mañana del día siguiente.

—Al principio, cuando sonaba el teléfono subía la adrenalina, pero ya no sube nada. Salimos como salir a por una cerveza —cuenta Javier Lion, conductor con 28 años de experiencia.

A los TES se nos ha olvidado por completo. No es que queramos salir en la foto, pero somos los primeros en llegar​

Hoy hará de ‘taxista´ y se encargará de llevar al equipo de Navarra.com en otra ambulancia durante el turno del viernes 4 de diciembre, un día después de la entrega de la Medalla de Oro de Navarra a los sanitarios de la Comunidad Foral.

—A los TES se nos ha olvidado por completo. No es que queramos salir en la foto, pero somos los primeros en llegar y la imagen siempre es de la enfermera que recibe al paciente en el hospital —lamenta Carlos—. ¡No estamos ni en el convenio de sanidad!

10:43 horas. Un móvil pequeñito reproduce el sonido de una sirena, es SOS Navarra. Carlos se encarga de apuntar los datos: una mujer de más de 80 años se ha caído en Oteiza, uno de los más de 130 pueblos que cubre esta unidad.

Elena Sádaba busca la puerta de la vivienda en Oteiza. Es el primer aviso de la jornada. MIGUEL OSÉS

 

Los tres bajan las escaleras sin mirar el mapa, son de Estella “de toda la vida” y llevan más de dos décadas desempeñando el trabajo en la misma base. También recitan de memoria el número de baches, semáforos y rotondas. “Por los giros yo me ubico”, reconoce Sádaba que a la vuelta acompaña siempre al paciente en la parte de detrás.

Sin embargo, en algunos municipios, lo más complicado es encontrar casas en calles sin nombre o que el GPS no consigue localizar. En esos momentos, toca bajarse de la ambulancia y preguntar.

—Siempre hay que asegurar la intimidad del paciente y más en los pueblos pequeños. Hay mucho curioso que solo quiere saber quién necesita la ambulancia —explica Lion, señalando las primeras cabezas asomadas en los balcones al paso de las ambulancias.

Esta ha sido una de esas ocasiones en las que han necesitado facilitar algún dato “para preservar la salud”, reconoce. El GPS dirigía la ambulancia por un camino sin asfaltar y no encontraba otra dirección, pero las indicaciones de un vecino permiten encontrar la vivienda. El número 9.

Unas manos asoman entre la cortina de cuerdas de la puerta.

—Ay, esta mujer es muy cabezota. Se empeña en ir al baño sin dar la luz y se ha caído —dice el marido, señalando las escaleras que dan acceso al piso donde se encuentra su mujer

—Parece que no quiere fotos

—Ya sabéis, en la iglesia manda el cura, en el pueblo el alcalde y en casa la mujer –comenta el hombre de nuevo.

La unidad saca la camilla de la ambulancia. A la derecha, el marido de la paciente aguarda entre la cortina. MIGUEL OSÉS

 

25 minutos después, la ambulancia frena en la entrada de emergencias del hospital García Orcoyen.

Antes de volver a la base, el equipo almuerza en la cafetería de trabajadores del hospital. Carlos y Elena también fuman. Toca reponer fuerzas para la próxima salida.

Pasada la una del mediodía, suena el teléfono en la cocina.

—¿Que me tranquilice? Yo estoy muy tranquilo —se escucha a Carlos después de un murmullo.

— (…)

—Anda pues, ¡qué te compres un higo! —grita Carlos antes de entrar en el salón y soltar una carcajada—. Era una señora de Londres que quería venderme una cartera de inversión.

Javier y Elena se miran y respiran aliviados, una emergencia en estos momentos les hubiera dejado sin comer y habría dado a Carlos la razón con el horario.

13.44 horas. Con la ensalada terminada y el táper del segundo plato recién sacado del microondas, Sádaba suspira: “No puede ser”.

 Todavía no han dado las dos y hay un aviso en Sesma. Carlos levanta los hombros y sonríe como el amigo que recuerda que quien juega con fuego se quema. Si todo va bien, se jubilará a finales de julio de 2021, después de 39 años al volante.

La alerta llega del Centro Residencial de la localidad. El mes pasado, más de la mitad de los pacientes dieron positivo en las pruebas de coronavirus. Elena coge un gorro, guantes, gafas, mascarillas y una bolsa de plástico con diferentes cortes que sirve como traje desechable para situaciones de menor peligrosidad.

Nadie se muere en la ambulancia, usted esté tranquila

—Yo digo que salgo con EPI y Blas —explica Elena haciendo reír a sus compañeros—. EPI es el mono bueno y Blas esto otro.

Por suerte, en esta visita no necesitará usar ninguno. Se trata de una mujer de 84 años de edad con una obstrucción en la pierna. Además del dolor, padece demencia y durante la media hora larga de trayecto al hospital grita “aaaay, aaaay” con el mismo ritmo con el que el patrón de trainera alienta a los remeros.

Carlos hace un gesto con los ojos: parece agradecer el cristal que separa la cabina del habitáculo. Mientras, Elena sigue tirando de humor: “Nadie se muere en la ambulancia, usted esté tranquila".

"Atrás puedes catar todo tipo de olores y situaciones. No todos se atreven", explica Sádaba. FERMÍN TORRANO

 

Las vueltas son más lentas, las carreteras no tienen siempre buen estado y se estrechan en algunos puntos. Evitar socavones y sobresaltos es otra manera de cuidar a los pacientes.

16:49 horas. No hay vida en la base. En el piso de abajo se ha escuchado llegar a algunas ambulancias que hacen el servicio programado diario. Arriba, Carlos ronca con los brazos cruzados en el sofá y Javi cabecea viendo el programa de una casa de empeños.

Elena descansa en la habitación contigua para quitarse la mascarilla. Son casi diez horas de turno y no queda en pie ni el fotógrafo.

CÁNCER, DOLOR Y PARTO

Diez personas cubren las guardias: cinco conductores y cinco auxiliares. Gran parte de los avisos son caídas o patologías alargadas en el tiempo. Es el caso de la última llamada. Hombre, ronda los 90 años, tiene cáncer y vive en Lerín. La enfermedad le produce grandes dolores en la espalda.

Yo trato a esta gente como me gustaría que llevaran a mi padre, a mi madre o a mí cuando me toque

18:53 horas. Rafael sale por la puerta de su casa encogido en la camilla. Poco a poco, la forma de su cuerpo pasará de una L a una Z. Para cuando llega al hospital, el frío y el dolor le mimetizan con las sábanas blancas que envuelven su rostro. Sin embargo, no se le puede dar ningún calmante, no es un servicio de ambulancias medicalizadas.

—Muchas veces, con tratarles con cariño ya has hecho la intervención. Yo trato a esta gente como me gustaría que llevaran a mi padre, a mi madre o a mí cuando me toque —asegura Carlos camino del hospital.

En sus casi cuarenta años empleado en diferentes empresas que han facilitado el servicio, ha visto prácticamente de todo. Caídas, brotes psicóticos, accidentes de tráfico, intentos de suicidio y asesinatos. El último mes, le tocó el primer parto de su carrera.

—La compañera me dijo: “Carlos, que está asomando la cabeza”, y yo aceleré lo que pude.

—¿Y qué hace el auxiliar?

—Atrás se va de puta madre, aunque algunos se jiñan ­ —comenta Elena— se ponen nerviosos y no saben qué hacer con el paciente.

—Siempre digo que los que entran en este trabajo deberían ser de la zona o conocérsela muy bien. Tienes que tener recursos, conocer cualquier centro de salud entre el punto de llegada y el hospital más cercano para que, aunque no sea un especialista, le pueda atender un médico —subraya Carlos.

Javier Lion(i) empuja a un paciente en Lerín. Hoy ayuda a sus compañeros y lleva, en otra ambulancia, al equipo de Navarrra.com. Detrás Carlos Marco (d) y Helena Sádaba (i). FERMÍN TORRANO

 

PRIMER CASO COVID DE LA JORNADA

Las siguientes seis horas son para pasar la escoba, ver la tele y hablar de monte, hijos, confinamiento, Covid, baloncesto, monte otra vez, maridos, mujeres, hijas, recuerdos, luchas laborales, huelgas de hambre y victorias en los juzgados. También del día a día en la ambulancia.

—¿Se pierde el miedo a la muerte?

—Respeto sí, pero a la muerte no se le puede tener miedodice Carlos

—¿Qué piensas al ver a un hombre como el de Lerín?

—Es duro, pero cuando de verdad se te cae el alma a los pies es en los accidentes de tráfico —reflexiona Carlos—. A mí me ha pasado hablar con un mocete, preguntarle el nombre y apellidos, y que al final fallezca. Una vez que terminas el turno es cuando empiezas a darle vueltas. ¿Habré hecho esto bien, habré hecho esto mal?

—Yo a mi marido nunca le cuento nada. Es secreto profesional —confiesa Elena asintiendo con la cabeza—. Creo que al final los años te aportan algo. Tú sabes que has hecho todo lo que podías y si no sale pues…

—Pues es que le tocaba —apuntilla Javi—, y es difícil salir, ¿eh?

Pasadas las once y media comienzan los preparativos para ir a la cama. Movemos sofás, sábanas y colchones para respetar las medias sanitarias. El salón de la base de Baztán Bidasoa se convierte en un pequeño campamento improvisado. Antes de la procesión por el único baño, suena la sirena de nuevo.

A mí me ha pasado hablar con un mocete, preguntarle el nombre y apellidos, y que al final fallezca

—¿Covid? —pregunta Carlos.

Sin escuchar más, Elena vuelve a coger todo el equipo. Esta vez parece que tendrá que ponérselo. La urgencia es en Estella. Un señor que supera los 80 años y cuenta con una PCR negativa ha tenido contacto estrecho con un positivo, y los síntomas comienzan a manifestarse. Con un poco de ayuda, sube por su propio pie a la ambulancia

—No sé por qué, pero ahora nos llaman por más casos de Covid que cuando arrancó la pandemia y también se nota un incremento por las noches —explica Javi subiendo la cuesta que lleva a la puerta de Urgencias del hospital.

Elena Sádaba con el EPI en la puerta de emergencias. MIGUEL OSÉS

 

En el mismo lugar desinfectan el traje y realizan la limpieza habitual del vehículo. Ya en la nave, hay sorpresa: toca esperar 40 minutos a que un purificador de ozono termine de desinfectar la zona sucia de la ambulancia. Al finalizar, llaman a SOS Navarra para avisar de que el vehículo vuelve a estár disponible. Pasada la 1:30 se apaga la luz y se acaba la noche.

O no…

“¿No habéis oído o qué? Han llamado de la residencia Luz de Estella”, dice alguno de los tres a modo de despertador. Es la quinta salida del día. Una mujer de 77 años ha sufrido una caída y en el centro residencial creen que puede tener la cadera rota.

02.04 horas. Vuelve a sonar el pam, pam, pam, pam, de las escaleras metálicas. Una nueva carrera. El viaje es breve, la residencia se encuentra a pocos metros del García Orcoyen.

—Hay muchos días que no hay nada “importante” —confiesa Javi, de 42 años, flexionando los dedos—, pero de otros no te olvidas nunca.

Desde 1992, que entró a trabajar como conductor, las peores situaciones han sido la muerte de un bebé y la madrugada que le cambió el turno a un compañero y terminó atendiendo a un hombre que resultó acuchillado.

Son las 2:56 de la madrugada y el equipo de emergencias acciona la puerta mecánica del edificio. Ya no hay risas ni cigarros. Todos quieren meterse debajo del edredón. Ha sido un día en la media de salidas, aunque el descanso se ha visto reducido por ejercer de anfitriones.

Carlos Marco entra en el GarcÍa Orcoyen detrás de Elena, lleva 38 años ejerciendo la profesión. FERMÍN TORRANO

 

5.55 horas. Un sonido más alto y agudo que la sirena rompe el silencio en la base. Es el teléfono fijo, quizá nadie ha escuchado el móvil.

—Es el mismo señor que ha llamado los últimos sábados de madrugada. Al menos hoy han dado las seis —clama Carlos— el fin de semana anterior fue a las cuatro y pico y el otro a las dos.

La Mercedes abre camino por una carretera vacía, oscura y estrecha. Toca viajar de nuevo a Lerín. Cuanto más cerca se ven las luces en la peña, más baja el termómetro de la furgoneta. 3, 2, 1… No llegará a cero.

Superado el núcleo urbano del municipio, un camino de piedras desciende a unas huertas. Sin luces y cerca de una acequia, Carlos aparca la ambulancia en la puerta, donde espera el hombre con chaqueta y gorrilla. Hay que trasladarlo al Complejo Hospitalario de Navarra (CHN). Al igual que en anteriores ocasiones, su llamada ha caído en fin de semana y Estella solo cuenta con atención de urología de lunes a viernes.

Te pones en la piel del otro. Ves la pena, el dolor… y al final te quedas

Como en el resto de carreras, el papel acaba firmado y sellado. Ha sido un turno largo que acaba en la planta baja de la base de Merkatondoa, donde resuena una conversación de horas atrás

—¿Habéis pensado en cambiar de trabajo?

—No, yo no. No se hacer otra cosa —responde Elena, que empezó en 1997.

—Aquí tienes la oportunidad de relacionarte y ver casos que en la vida real no verías jamás. Te pones en la piel del otro. Ves la pena, el dolor… y al final te quedas —reflexiona Carlos.

—A mí me han llamado de otros sitios, pero no… —reconoce Javier— aunque me ofrezcan más dinero, esto es vocación.


 

Miguel Osés | Fermín Torrano


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