• jueves, 28 de marzo de 2024
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SOCIEDAD

El drama de los taxis en Pamplona machacados por el cierre de la noche: "Si sigue así, nos vamos a la ruina"

El toque de queda y las restricciones de bares y comercios afectan a un sector que “lo justo” paga facturas con jornadas de hasta 15 horas.

Javier Íñigo se quita las gafas para la foto. Lleva diez horas trabajando y todavía le quedan dos o tres más. FERMÍN TORRANO
Javier Íñigo se quita las gafas para la foto. Lleva diez horas trabajando y todavía le quedan dos o tres más. FERMÍN TORRANO

“Si yo con mis clientes hablo normal, pero para estas cosas soy vergonzoso”.

Así se presenta Javier Íñigo, después de levantar la cabeza y bajar la ventanilla. Es el único entre más de una docena de taxistas abordados en diferentes horarios y zonas de Pamplona que accede a dar su nombre y posar para una fotografía.

El mundo del taxi está 'quemado' de apariciones mediáticas que no siempre han ayudado a mejorar la imagen del colectivo, y el último cierre de bares y comercios decretado por el Gobierno de Navarra, a finales de octubre, ha sido la última puntilla para un sector que lleva años reivindicando sus derechos para sobrevivir.

Con una sonrisa tímida y un Toyota Prius silencioso, Íñigo reconoce que no recuerda situación similar en los catorce años que lleva recorriendo las calles de Pamplona.

“Mira que la crisis del 2008 fue mala, pero nunca habíamos estado así. Las noches te salvaban la semana o el mes y no te quiero decir San Fermín… ¡te levantaba el año!”, explica Javier, que también relata la dureza del trabajo en el taxi: “La semana es para cubrir los gastos en este oficio. Si quieres algo más, tiene que ser con el esfuerzo de salir la noche de un viernes, un sábado o el juevintxo, así que mira si nos afecta”.

En la calle Duque de Ahumada, junto al Café Niza, apenas hay dos taxis esperando a los clientes. FERMÍN TORRANO

Él lleva meses levantándose a las cinco de la mañana para regresar a casa entre las seis y siete de la tarde, tras más de 12 horas de trabajo y unos pocos euros de beneficio para pagar el seguro especial con el que cuentan estos vehículos, y la hipoteca. Pasadas las cuatro de la tarde, lleva 13 carreras. Pero “¡ojo!”, se defiende levantando las manos, “la mayoría apenas son recorridos de tres o cuatro calles".

La última, para acercar a una señora mayor de la Rochapea hasta el centro de salud. Poco más de tres euros, y un cambio de zona para no perder toda la tarde esperando el turno en paradas sin movimiento.

Antes de la pandemia, regresar a un punto de recogida no suponía mayor problema. Sin embargo, en estos momentos lo habitual es detenerse un mínimo de tres cuartos de hora–en la última posición— esperando al próximo cliente que llega o a un servicio enviado por la central.

“Trabajar estos días es desolador. Hay momentos en los que dices, buf…me vuelvo a casa. Tengo la foto de un compañero que llegó a esperar 295 minutos y no era una mala parada, imagínate”, confiesa desde un taxi más adelante un conductor que prefiere no facilitar su nombre.

“En resumen”, sostiene Íñigo a las puertas del Café Niza, “hay menos trabajo, más gente en el mismo horario y casi todos parados”. Cuando la mañana no acompaña, él abre la caja negra que le escolta en el asiento del copiloto y saca su trompeta para desconectar “y no volverse loco”. Este año tiene doble pena: los momentos “duros” en el taxi y las decenas de actuaciones canceladas con su grupo de mariachis.

Javier Íñigo muestra el sistema interno que permite a los taxistas ver el número de compañeros por parada y el tiempo de espera. FERMÍN TORRANO

Durante varios meses, los taxistas alternaron los días de trabajo para repartirse clientes y no perder jornadas enteras esperando en las 40 paradas de la Comarca de Pamplona. A finales de agosto dejaron esa política por las dificultades para cerrar acuerdos. Ganarse el pan se ha convertido en una lucha diaria de 15 horas.

“Como esto siga así, la gran mayoría de taxistas nos vamos a la ruina. Los primeros meses podíamos tirar de los ahorros, pero poco a poco se acaban”, explica Kiko Asín, presidente de la asociación Tele Taxi San Fermín.

Asín intenta no sonar negativo, pero reconoce que ya escucha decir a otros compañeros “que están en las últimas” y deja unos segundos de pausa en la conversación: “Como empiecen los bancos a coger las hipotecas, alguno mantendrá la licencia, pero se quedará sin piso”.

LA NOCHE SE HUNDE

Sin bares, discotecas y teatros, el uso nocturno del taxi en Pamplona ha caído a niveles nunca antes vistos, exceptuando los primeros meses de pandemia. En las últimas semanas, la media diaria de llamadas entre las once de la noche y las siete de la mañana no supera el medio centenar solicitudes.

Los pocos taxistas que se animan a salir a las calles de la ciudad lo hacen sabiendo que apenas van a trabajar. Se nota en el ánimo de varios de ellos que declinan hacer comentarios. “Estoy muy quemado y prefiero no dar pena”, dice el dueño de un Citroën que no llega a detenerse a la entrada del paseo Sarasate.

El presidente de Tele Taxi lo encuadra en el “desánimo” general que se está instaurando por las horas que invierten y el poco rédito que están obteniendo.

“Tu imagínate que sales a trabajar y, de tres horas, te pegas dos y pico parado para ganar cinco euros. Mentalmente es agotador, terminas pensando: ‘¿Qué hago yo aquí?´”, reflexiona Asín.

En la calle Esquíroz, dos luces verdes delatan a un par de taxis que descansan a unos metros de la Estación de Servicio Iturrama. El dueño del primero se escuda en la timidez para mandar las preguntas a la compañera de detrás que echa el seguro antes de bajar la ventanilla: “¿Qué te voy a decir además de que todo está muy mal? Mejor habla con alguien que te diga algo positivo”.

“Todos tenemos letras y seguros que no se cubren con este volumen de ingresos. La única solución para salvar a alguno de la quiebra son las ayudas directas, pero no hay”, esgrime el presidente.

Asín considera que todo lo que están haciendo desde Madrid con los autónomos son gestos “de cara a la galería” y ve imposibles ayudas directas para los más de 75.000 taxistas de España. Incluso si las dieran, “¿cuánto tocaría a cada uno?”, se pregunta.

“Psicológicamente es muy duro. Al llegar a casa, muchas veces no sabes qué hacer el día siguiente, pero claro, si no sales no ganas ni para reducir gastos. Cuando pienso en la hostelería, me doy cuenta de al menos me queda la licencia. Tengo la sensación de que no vamos a ver abrir todos los bares que tuvieron que bajar la persiana”, concluye.


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