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FERIA DE ABRIL

Sólo vueltas al ruedo en una corrida con varios toros de triunfo

Con sendas y pírricas vueltas al ruedo saldaron su actuación en Sevilla El Cid y Joselito Adame, a quienes correspondieron tres toros de Las Ramblas.

El matador Joselito Adame en su segundo de la quinta corrida de abono de la Feria de Abil. EFE. JOSÉ MANUEL VIDAL
El matador Joselito Adame en su segundo de la quinta corrida de abono de la Feria de Abil. EFE. JOSÉ MANUEL VIDAL

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Las Ramblas, desiguales de volumen, alzada y cuajo, pero todos de buena y fina presencia. Entre el manejable conjunto destacó la franca movilidad, con clase añadida en algún caso, de segundo, quinto y sexto.

Miguel Abellán, de grana y plata: estocada trasera (silencio); estocada (silencio).

El Cid, de grana y azabache: estocada caída (silencio); pinchazo hondo y descabello (vuelta al ruedo).

Joselito Adame, de azul noche y oro: pinchazo hondo y estocada contraria (silencio); estocada atravesada que asoma (vuelta al ruedo).

Entre las cuadrillas, destacaron Miguel Martín, en la brega, y Óscar y Juan Bernal picando arriba y con medida. En banderillas saludaron Jarocho y Fernando Sánchez.

Quinto festejo de abono de la feria de Abril de Sevilla. Un tercio de entrada en tarde, por fin, primaveral.

SIN POSO NI REPOSO

Hasta tres toros de la ganadería albaceteña de Las Ramblas salieron al ruedo de la Maestranza para poner en bandeja un triunfo mucho mayor y contundente del que, con dos pírricas vueltas al ruedo, lograron el sevillano El Cid y el mexicano Joselito Adame.

Con la movilidad como mayor virtud, que en el caso del segundo se unió a la clase y en el del sexto a la profundidad en las embestidas, los tres ejemplares se prestaron claramente a un toreo más comprometido e intenso que el que les hicieron sus matadores.

El lote de El Cid fue el más completo, con ese segundo de preciosas hechuras que galopó con son desde su salida al ruedo y que no puso a los toreros en mayores apuros que el que sufrió Alcalareño a la salida de un par de banderillas, cuando fue arrollado contra las tablas aunque sin mayores consecuencias.

La suavidad y la dulzura ante la muleta de "Tarrina", que así se llamaba el animal, fueron tan evidentes que se hizo difícil entender que El Cid lo pasara con tanta corrección formal como escasa pasión, hasta que el toro acabó por perder celo y desentenderse de unas telas que nunca lo apuraron.

El quinto, que derribó empujando bravamente en varas, tuvo un mayor temperamento ante los engaños, con una emotiva manera de repetir que sólo afeaba su menor celo en el final de cada una de sus muchas arrancadas.

Esta vez El Cid le puso algo más de fibra a su trabajo, pero, por falta de verdadero mando y compromiso, sin lograr reducir el fuerte ritmo del toro. No hubo ni poso ni reposo en su faena, por mucho que se jaleara y se acompañara con la música. Así que, en justicia, todo quedó en esa vuelta al ruedo que más que de consolación debe ser de desconsuelo.

El sexto fue otro fino toro colorado de Las Ramblas que rompió a embestir con profundidad tras la larga apertura de faena por estatuarios de Joselito Adame, que le ligó inmediatamente después una buena serie de derechazos en los terrenos de afuera.

Pero el trasteo fue decayendo a medida que el toro comenzó a salir de los pases con la cara alta y el torero mexicano le aplicaba recursos de mayor habilidad que pureza. Y fue eso, tras un vistoso final de adornos por bajo, además de una fea estocada atravesada lo que dejó el posible triunfo en otro testimonial paseo por el anillo.

En cambio, Adame había logrado los mejores momentos de su actuación con el primero del lote, al que ligó naturales de muy buen trazo y con mayor asiento, pero no suficientes para redondear nada en tanto que el noble animal se desfondó demasiado pronto.

Para Miguel Abellán fue la bola negra de los dos astados de menos juego, aunque el que abrió plaza aun tuvo un explosivo inicio de faena arrancándose hasta el cite del torero los medios.

Se trató sólo de un fogonazo, porque el de Las Ramblas no tardó en perder recorrido y fuelle, igual que el cuarto se desentendió pronto de una pelea que el torero madrileño alargó, sin lucimiento posible, más allá de lo aconsejable


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Sólo vueltas al ruedo en una corrida con varios toros de triunfo