• viernes, 19 de abril de 2024
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FERIA DEL PILAR

Rafaelillo cambia una oreja por una paliza ante los "adolfos"

El diestro murciano cortó la única oreja tras sufrir sendos percances con el resultado de una fractura de costilla.

Rafelillo pasea la oreja conseguida tras la paliza propinada por uno de los 'adolfos'. EFE.
Rafelillo pasea la oreja conseguida tras la paliza propinada por uno de los 'adolfos'. EFE.

Seis toros de Adolfo Martín, desiguales de cuajo y volumen, pero todos bajos y muy armados, en tipo de su encaste Albaserrada. Al conjunto le faltó un punto más de bríos y de casta, dentro de un juego muy dispar, que fue desde la noble entrega del segundo a las dificultades de varios ejemplares.

Rafaelillo: dos pinchazos y estocada corta perpendicular (ovación); media estocada tendida (oreja).

Ricardo Torres: pinchazo y bajonazo (silencio); estocada (ovación).

Paulita: estocada atravesada y descabello (silencio); pinchazo, estocada trasera y dos descabellos (ovación tras aviso).

Rafaelillo fue atendido en la enfermería de una fractura costal en el hemitórax izquierdo y un varetazo en el muslo izquierdo, producidos por su primer toro, y de un hematoma en la región pretibial derecha, ocasionado por su segundo.

Entre las cuadrillas, Marco Leal saludó tras banderillear al segundo.

Dos tercios de entrada en los tendidos, en el sexto festejo de abono de la feria del Pilar.

EL IMPACTO DE LA ÉPICA

De los tres toreros del cartel, Rafaelillo era el más experto en las peculiaridades, siempre atípicas, del encaste Albaserrada que riega la sangre de los toros de Adolfo Martín que esperaban en chiqueros.

Curtido ya en mil batallas con este tipo de ganaderías, el murciano decidió enfrascarse hoy en otras dos ante un lote con el que, en principio, no parecía necesario apelar a la épica, que fue finalmente la vía por la que el murciano consiguió "tocar pelo".

Su primero, bajo, largo cornipaso de pitones y un auténtico "tío", gazapeó mucho en los primeros tercios pero llegó a la muleta con una dulce nobleza ante la que el murciano no tardó en relajarse, por mucho que el animal fuera perdiendo bríos y tardeando en sus arrancadas.

La faena transitaba por la vía de la calma hasta que, insospechadamente, en un descuido del torero, el de Adolfo Martín se revolvió en un pase de pecho y alcanzó a Rafaelillo hasta zarandearle violentamente.

Y fue entonces cuando se transformó el panorama, pasando de la placidez al ardor guerrero, con el torero despojado de la chaquetilla y transmitiendo una tensión lidiadora que duró justo hasta que volvió a la barrera para cambiar la ayuda por el estoque de acero, con el que pinchó.

Después de salir de la enfermería, de nuevo sin la chaquetilla, y con una fractura costal, Rafaelillo tuvo el gesto de fajarse a la verónica con el cuarto, un toro cornalón al que, pese a su patente debilidad de riñones, le dieron hasta tres puyazos.

Se quedó siempre corto el "adolfo", aunque no tanto por su aparente sentido como por esa falta de fuerzas, pero el caso es que no pasó nunca más allá de los muslos del torero en un trasteo casi siempre sobre las piernas.

Fue de nuevo en otro descuido, y por el pitón derecho, el menos agradecido, cuando Rafaelillo otra segunda y fea voltereta de la que salió maltrecho y desaliñado pero que fue el detonante llevó al tendido a solicitar para él esa oreja que le compensara de tamaña paliza.

Algunos de los mejores muletazos de la tarde llevaron la firma del torero menos curtido del cartel, el zaragozano Ricardo Torres, quien, pese a su falta de experiencia, tuvo una actuación más que digna en su debut con los "adolfos".

Al mejor toro de la corrida, que fue el segundo, Torres le hizo una faena de creciente intensidad a medida que se fue confiando con la lenta y casi dormida nobleza del animal, que descolgó los pitones con temple, casi al paso.

Cuando acertó a esperarle con la tela, Torres le sacó dos buenas series de naturales, de buen aire, pero sin que llegara luego a redondear el trasteo por su falta de experiencia y por su fea manera de matarlo.

También, como su primero, fue cinqueño el quinto, un ejemplar cornalón, cornivuelto y cornipaso con el que naufragó su cuadrilla pero ante el que Torres resolvió por encima de su falta de celo.

Paulita, el otro aragonés del cartel, estuvo inseguro y movido con el tercero, que no pareció dar motivos para tanta desconfianza, mientras que, con tanta voluntad como crispación, abundó en medios pases con un sexto muy serio pero de escaso fondo.


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Rafaelillo cambia una oreja por una paliza ante los "adolfos"