• jueves, 25 de abril de 2024
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Historia de los Sanfermines: ilustres visitantes norteamericanos

El carácter universal de las fiestas de Pamplona es hoy no sólo indudable sino también parte de su personalidad en el mundo.

Monumento a Ernest Hemingway delante de la Plaza de Toros de Pamplona
Monumento a Ernest Hemingway delante de la Plaza de Toros de Pamplona

Arrastrados por el llamado sordo de sus propios corazones, miles de visitantes acuden cada año para visitar nuestra ciudad -sin olvidar los cánticos- y poner a prueba su entereza en los encierros. Son el mejor escaparate internacional que perpetúa y engrandece nuestra tradición.

Aunque hoy parezca lo contrario, a tenor de la ingente cantidad de visitantes que recibe la ciudad durante estas fechas, no siempre Pamplona ha estado tan claramente posicionada en el orbe mundial. Para que ello haya podido ocurrir ha sido necesario el enamoramiento primero, la visita continuada después y la promoción desinteresada de algunos ilustres visitantes, especialmente norteamericanos, a nuestros particulares festejos.

De entre todos ellos, Ernest Hemingway es sin duda el capitán y a quien más debe nuestra ciudad en su labor publicitaria. No en vano, Pamplona ha rendido homenaje al escritor norteamericano levantando un monumento en su nombre, un busto tallado sobre un enorme bloque de granito de Guadarrama en el que nuestro personaje se nos aparece firme, de brazos cruzados, escudriñando con su mirada el infinito, como si aguardase la fugaz aparición de la negra manada de toros.

El carácter tremendo y pendenciero de Hemingway maridó inmediatamente con Pamplona y las fiestas de San Fermín: autenticidad, diversión, toros, amigos. En Hemingway son célebres las memorables juergas, pero también el respeto absoluto a las tradiciones y la fidelidad a las mismas. Habiendo, con sus crónicas, puesto a Pamplona en el mapamundi, y siguiendo aquella máxima de "no hay peor fe que la del converso", sintió tan propios los festejos que incluso le molestaba la visita de otros extranjeros. Desde su primera visita en 1923, precursora de otras siete, comenzó a brotar el germen de Fiesta, un verdadero retrato en crónica dramática de lo que él experimentó en nuestras calles.

Pero no fue el único norteamericano célebre que nos ha honrado con su visita. Orson Welles, captado precisamente para la causa pamplonica por Ernest Hemingway, también se convirtió en asiduo visitante. Welles estableció en el hotel La Perla su cuartel general, donde, por cierto, dejó su última factura sin pagar, abundando en ese carácter "canalla" de su amigo Ernest.

Welles filmó en Pamplona buscando localizaciones para algunos de sus rodajes, incluyendo la inacabada El Quijote, del también universalísimo Miguel de Cervantes. Para los amantes de la curiosidad será interesante saber que los lazos entre el escritor español y el cineasta americano no acaban aquí: Orson Wells actuó en la comedia Casino Royale desempeñando el papel de Le Chiffre, mientras que Cervantes fue precursor del Black Jack en una de sus Novelas Ejemplares, "Rinconete y Cortadillo".

Son el ejemplo más notorio de un rosario de visitantes ilustres llegados desde los Estados Unidos, fascinados por esa electricidad y efervescencia que se respira en el aire de las calles de Pamplona desde el 7 de Julio. Nombres como Ava Gadner, Arthur Miller, Errol Flynn o, más recientemente, el también cineasta Spike Lee, se han sentido igualmente atraídos y cautivados por la magia de los Sanfermines y el rumor de las fiestas de Pamplona.

A nosotros nos corresponde el agradecimiento y la responsabilidad de, por un lado, seguir educando en nuestras tradiciones a los numerosos visitantes extranjeros, y por otro, incorporándoles a ellas como si de un pamplonica más se trataran. Incluso a pesar de que el "cascarrabias" de Hemingway, probablemente, gruñera por ello.


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