• viernes, 19 de abril de 2024
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TOROS

Generosa puerta grande para López Simón en un amable cierre de feria con despedida incierta

Termina la feria y el Ayuntamiento de San Sebastián preguntará este año a sus ciudadanos sobre el futuro de los toros en la ciudad.

El diestro López Simón durante su actuación en la jornada que cierra la feria taurina de la Semana Grande en el coso de Illumbe de San Sebastián. EFE/Juan Herrero.
El diestro López Simón durante su actuación en la jornada que cierra la feria taurina de la Semana Grande en el coso de Illumbe de San Sebastián. EFE/Juan Herrero.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Juan Pedro Domecq, el primero lidiado como sobrero, de muy desigual presentación y cuajo, alguno demasiado terciado. La mayoría resultaron muy deslucidos por su escasez de raza y de fuerzas, así como por una acusada endeblez de remos. El quinto, de preciosas hechuras y gran clase, y el sexto, serio y con movilidad, sobresalieron del conjunto.

Enrique Ponce, de carmín y oro: pinchazo y dos descabellos (silencio); tres pinchazos, estocada trasera y descabello (silencio tras aviso).

José María Manzanares, de marino y oro: estocada delantera (ovación); media estocada desprendida (oreja).

López Simón, de caoba y plata: bajonazo (silencio); estocada desprendida delantera (dos orejas). Salió a hombros.

Entre las cuadrillas, Rafael Rosa saludó tras banderillear al quinto.

Cuarto y último festejo de la Semana Grande de San Sebastián, con el "no hay billetes" en taquillas, en tarde nublada y fresca.

UNA DESPEDIDA ALEGRE

A expensas ahora de la anunciada consulta que va a convocar este invierno el ayuntamiento sobre el futuro de los toros en San Sebastián, ni el coso de Illumbe ni su amable afición se merecían el desalentador final de feria al que hasta entonces abocaban la tarde los cuatro primeros toros de Juan Pedro Domecq.

La falta de raza, de fuerzas y, en algún caso, hasta de trapío de esos cuatro primeros ejemplares, más el sobrero que sustituyó al flojo primero, fueron como una triste losa que, turno a turno, se fue cerniendo sobre la plaza en una tarde que algunos intentarán que sea la última con corridas en la ciudad.


Ni la larga experiencia de Enrique Ponce había logrado hacer medianamente interesante la lidia de un endeble sobrero que además se partió una mano a final de faena ni tampoco la del desrazado cuarto, que también acusó la lesión de una de sus extremidades.

El público, que no llenaba por completo los tendidos aunque en taquilla figurara el cartel de "no hay billetes", acabó desesperándose después de que Manzanares toreara sin temple ni asiento a un segundo rebrincado pero manejable, y aún más con la tozuda insistencia de López Simón ante el blando y afligido tercero.

Pero, cuando todo parecía perdido, salió en quinto lugar un toro de preciosas hechuras que sacudió a la plaza del tedio y permitió a José María Manzanares hacer el mejor, y único, toreo de capa que se vio sobre la arena, con unas mecidas verónicas y un acompasado galleo por chicuelinas al paso.

Ahí fue precisamente cuando se dejó ver la calidad de las embestidas de este destacado "juanpedro", al que el torero alicantino luego no llegó a apurar con la muleta en una faena plagada de pausas y de paseos pero de muy baja intensidad en la parte mollar del toreo fundamental.

Ligero, con tensa brusquedad en las muñecas y en las telas, y sin ambición en el trazo de los pases, Manzanares dejó sin cuajar la clase de un toro que, cuando lo llevó realmente toreado, se evidenció especialmente por el pitón el pitón izquierdo.
Cuando lo mató de media estocada en la suerte de recibir, "Varapalo" aun tenía para regalarle otra buena docena de embestidas. Por eso a Manzanares le premiaron con una sola oreja de un toro que le puso en bandeja las dos.

Y aún quedaba el sexto, que, sin tanta calidad, también se movió con entrega, nobleza y recorrido desde que López Simón le abrió el trasteo con secos muletazos por alto.

Confiado en la buena condición del toro, el diestro madrileño le puso a su trabajo más pasión y frescura que temple, pues en muchos casos la muleta iba a mayor velocidad que las embestidas, aunque la frenética ligazón de las series, sin respiros ni pausas, pesó sobre todo lo demás, incluso que la brevedad de los muletazos.

Con todo, ese punto añadido de chispa con el que Simón removió el ánimo del hasta entonces defraudado público fue la excusa perfecta para que la tarde no tuviera una triste despedida: quién sabe si un adiós o un hasta pronto para una feria en la que miles de personas ya han votado, pasando por taquilla, a favor de la tauromaquia en San Sebastián.

 


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