• viernes, 29 de marzo de 2024
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TOROS

Fin de fiesta en Valencia con salida a hombros de El Juli y López Simón, más el indulto de 'Pasmoso'

El sexto toro de la tarde, de pelo melocotón y con 532 kilos de peso, apenas sangró en varas y acabó indultado por López Simón.

FICHA DEL FESTEJO

Cuatro toros de Domingo Hernández y dos de Garcigrande (primero y quinto), bien presentados y de juego dispar. Corrida con astados de mucha movilidad, a veces compleja e incierta, junto a otros manejables y justos de fuerzas. Con mucha generosidad, la presidencia ordenó una inexplicable vuelta al ruedo al cuarto y el indulto del sexto -"Pasmoso" de nombre, de pelo melocotón y con 532 kilos de peso- que apenas sangró en varas y que mantuvo una vibrante repetición en sus embestidas.

El Juli, de azul añil y oro: estocada trasera desprendida (oreja); estocada desprendida atravesada y descabello (dos orejas tras aviso).

Alejandro Talavante, de verde hoja y oro: pinchazo, estocada honda desprendida y descabello (ovación); tres pinchazos, pinchazo hondo y descabello (silencio tras aviso).

López Simón, de fresa y oro: dos pinchazos, media estocada desprendida y tres descabellos (silencio tras aviso); indulto al toro (dos orejas).

El Juli y López Simón salieron a hombros con el mayoral de la ganadería. Entre las cuadrillas, saludó en banderillas Vicente Osuna.

Undécimo y último festejo de abono de la feria de Fallas, con más de tres cuartos del aforo cubierto.

LA CASA POR LA VENTANA

En una feria de escasos y discretos triunfos, un presidente con escaso criterio decidió tirar la casa por la ventana y asomar muchos pañuelos, y de muchos colores, por la balaustrada del palco, en un derroche sólo comparable al que horas después iba a llegar con la "cremá" de las Fallas.

El mismo "usía" que hace unos días le regaló una inmerecida salida a hombros a Miguel Ángel Perera bajó hoy tanto el listón, con orejas generosas y una inexplicable vuelta al ruedo en el arrastre a un toro gazapón e incierto, que la corrida acabó derivando de manera irremediable hacia un desmedido y frenético triunfalismo con el indulto, harto generoso, del último toro de la feria.

Como gran virtud y agarradero para el perdón, tuvo este fino ejemplar de Domingo Hernández, de bello pelo melocotón, una incansable movilidad que le hacía acudir con alegría, prontitud y transmisión a todos los cites de su lidiador, el madrileño López Simón.

Sólo que para eso contó sobremanera que apenas le hicieran sangre en varas, después de derribar con un arreón en el primer encuentro y de irse también de rositas en el segundo.

Gracias a ello, López Simón pudo llegar fácilmente al tendido, pues le bastó con acompañar y desplazar la larga inercia de cada arrancada del toro a la muleta, con pases casi siempre ligados desde la pala del pitón y tan livianos que apenas mermaron el brío de un toro que lo ponía casi todo para que el tendido vibrase en el fin de fiesta.

Y como la movilidad no cesaba ni aminoraba, mientras el torero de Madrid se pasaba generosamente al toro por delante y por detrás, del derecho y del revés, el público acabó por pedir un indulto al que la presidencia no pudo negarse una vez había sacado antes, y sin ningún motivo, el pañuelo azul para el cuarto.

De este otro toro premiado, paseó también El Juli una segunda oreja de poco peso, después de que, incómodo y sin acabar de someter por derecho el gazapeo sin entrega del de Domingo Hernández, lo apostara todo al estatismo de mitad de faena en adelante.

Fue así, dejándose llegar los pitones muy cerca de la chaquetilla y sin ceder un milímetro de terreno en un largo alarde de quietud, como el torero de San Blas logró remontar su trabajo e interesar a un público que acabó reconociendo su esfuerzo hasta pedir para él esas dos orejas, pero sin que nadie más que el presidente se acordara de un toro que no mereció tal honor.

Antes del derroche, El Juli obtuvo también un trofeo del primero, con el que tiró de oficio para resolver con un astado con el que el viento no le dejó estar cómodo en ningún momento, mientras que López Simón se alargó en una faena embarullada y plena de ansiedad con el noble y blando tercero.

Talavante acabó echando también mano del efectismo con el segundo, que pedía más pulso en el desigual muleteo que le aplicó el extremeño antes de fallar con la espada.

En cambio, la que le hizo al quinto fue, probablemente, la faena de mayor mérito de la corrida, porque, en un esfuerzo sordo, Talavante "tragó" lo suyo con un astado descompuesto e incierto que amenazó varias veces con echárselo a los lomos.

Pero ni antes ni después de cada aviso cejó Talavante en su empeño de pasárselo calmosamente por los muslos una y otra vez a pesar de su creciente aspereza, antes de que nuevos fallos con el acero dejaran su esfuerzo en nada dentro del triunfalista balance final de la corrida.

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