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SUCESOS

El crimen de Belate: un trágico asesinato por amor que acabó en traición

A las once de la noche del 29 de abril de 1973, Jaime Balet Herrero y Pilar Cano Peralta pararon el Seat 1500 en el que viajaban para descansar en la bajada del puerto hacia Pamplona...

Imagen de los túneles de Belate (3) CEDIDA
Imagen de los túneles de Belate. CEDIDA

El puerto de Belate fue en abril de 1973 el escenario de un crimen que sobrecogió a toda Navarra.

El 29 de abril de aquel año, Jaime Balet Herrero, empresario y concejal del Ayuntamiento de Zaragoza, volvía, junto con su esposa, Pilar Cano Peralta, de pasar unos días en Biarritz y jugar en el casino, donde les había sonreído la suerte.

A las once de la noche decidieron parar el Seat 1500 en el que viajaban para descansar en la bajada del puerto hacia Pamplona. Fue entonces cuando, según la versión de los hechos que el hombre mantuvo ante la Guardia Civil y el juez, un grito de su mujer le despertó y vio que alguien había abierto la puerta del coche y tiraba de ella hacia afuera. Cuando quiso reaccionar, recibió un golpe en la cara y quedó inconsciente.

Siguiendo con la versión de Balet sobre lo ocurrido, el hombre despertó una hora más tarde un par de kilómetros más lejos del lugar del suceso, se levantó y, agitando un pañuelo con sangre, detuvo a un Seat 600 en el que iban unos jóvenes que bajaban de cenar en la Venta de Ulzama y a los que les contó que le habían atracado y habían asesinado a su mujer.

Sin embargo, este crimen, inicialmente disfrazado bajo un presunto ataque por parte de unos asaltantes, dio un giro de 360 grados.

Tres años antes, Jaime Balet había mantenido relaciones íntimas y se había enamorado perdidamente de Ana Álava Causapé, secretaria de 18 años de su padre en la empresa familiar. Tras meses de llevar una vida paralela, el concejal había decidido separarse de su mujer, con la que llevaba casado desde 1958, para poder estar con Ana. Sin embargo, Pilar seguía enamorada de su marido y se negó.

Pilar Cano provenía de una adinerada familia de terratenientes de Los Monegros y, si Balet decidía separarse de ella, perdería también toda su fortuna. Por ello, comenzó a plantearse la posibilidad de quitarle la vida a su mujer para así poder quedarse con todo y ser libre de casarse con su amante.

Para ello, y al no atreverse a cometer el crimen por sí mismo, contactó con Juan Midón, un amigo de la infancia procesado varias veces por estafa, a quien le entregó dinero para que se encargase de organizarlo. Con ese dinero, según la versión del fiscal, Midón contrató a dos alemanes, Helmunt Pachert y Peter Simeth, para que prepararan el asesinato.

De hecho, siguiendo con la versión del ministerio fiscal, el crimen se habría preparado para ser cometido unas semanas antes, el 15 de abril. Al parecer, el lugar elegido para ello había sido la playa de Biarritz, pero la acción fracasó. Dos semanas después, cuando el matrimonio se dirigía a Zaragoza por el puerto de Velate, Simeth aprovechó la parada del coche para perpetrar el crimen y asesinar a la víctima con un tubo de hierro.

A continuación, metió el cadáver, con ayuda de Balet, en la parte delantera del coche. El marido descendió el puerto hasta cerca de las ventas de Arraiz con el cuerpo sin vida de su mujer, y seguido por el sicario en otro automóvil.

Con el fin de que pareciera un atraco, el alemán, autor del crimen, golpeó a Balet en la cara con la barra de hierro recubierta con una tela, y huyó llevándose el bolso de la muerta. Sin embargo, con las prisas de huir, el asesino se olvidó las joyas que llevaba puestas la víctima, valoradas en medio millón de pesetas, y otras trescientas mil pesetas en metálico en el coche.

INVESTIGACIÓN Y JUICIO

Tras las declaraciones iniciales de Balet, su tranquilidad y forma de actuar despertaron las sospechas de los investigadores que al principio se centraron en buscar a los autores materiales del crimen.

Durante la investigación, Balet permaneció en libertad aunque tuvo que comparecer en numerosas ocasiones en los juzgados. El empresario acabó ingresando por propia voluntad en un centro psiquiátrico con depresión tras simular un estado de salud muy deteriorado, debido a los golpes recibidos y por el desequilibrio emocional a raíz de la tragedia,

El mismo día que el organizador del crimen entró en el hospital, Midón fue procesado. Algo más tarde lo fueron también los alemanes Helmuth Pachert y Peter Simeth, aunque en rebeldía, ya que no se encontraban en España. Pachert fue finalmente detenido en Alemania y acabó confesando la trama. Para terminar de desmontar la versión de Balet declaró una pareja que había visto el coche en los alrededores de la escena del crimen.

Durante el juicio, se citó a 37 testigos, entre los que se echó en falta a una persona, Ana Álava, la amante de Balet. Sin embargo, en un momento, el fiscal sacó un fajo de cartas que le había enviado a ella su amante y que le incriminaban. Ana había entregado y traicionado a Jaime a cambio de no comparecer en el juicio.

Balet y Midón fueron condenados a muerte, pero su pena fue conmutada automáticamente a raíz de la subida al trono del actual rey emérito, Juan Carlos I. Por ello, ambos vieron su pena reducida a la cuarta parte, además se les descontaron los más de cuatro años de prisión preventiva, por lo que saldaron sus cuentas con la justicia en unos pocos años más.

En cuanto a los dos alemanes, fueron juzgados en su país. A Peter Simeth le condenaron a cadena perpetua y a Helmuth Pachert, en su calidad de cómplice, a seis años de prisión.

Ningún culpable resultó impune, pero el crimen de Belate pasó a la historia como uno de los peores asesinatos por encargo de la historia criminal de España.


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