• sábado, 20 de abril de 2024
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CRÓNICA MUSICAL

El coro Divertimento o atreverse a mirar tras las murallas

El Palacio Condestable de Pamplona se ha llenado para escuchar el recital de esta agrupación navarra que se atreve a entonar desde góspel a villancicos argentinos.

En el centro de esa Pamplona muchas veces encerrada en sí misma y de espaldas al mundo, pudiendo ser esto a veces más virtud que defecto, el coro Divertimento agrietó las murallas del ‘ico’ y la chistorra para tratar de innovar. Sin entrar a valorar el repertorio –para eso conviene saber algo de música– el programa cantado este lunes, 26 de diciembre, en el Palacio del Condestable hizo brincar a más de uno.

Miradas al techo, al suelo y al colega cuando el director, Fernando Ramírez, prologó el estribillo de La Cucaracha detallando que una de sus versiones más conocidas fue escrita en burla a un general mexicano, bebedor y fumador de marihuana: “La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar… Porque no tiene, porque le falta, marihuana ‘pa’ fumar”.

La introducción, micrófono en mano el director, se repite con cada canción. Son como mucho veinte segundos, una píldora de contexto, una percha a la que agarrarse para poder sentir la obra con todos sus atributos, vestida de arriba abajo. Una píldora también obligada, consecuencia de un programa repleto de villancicos argentinos, poesías olvidadas y góspel; sin ser esto un desplante a lo autóctono. Una de las maravillas del recital fue el Aurtxo Seaskan, una canción de cuna en euskera capaz de mecer a cualquiera.

En el Condestable, los tres pisos llenos. El decorado, curioso. Una exposición bélica daba al concierto un aire retrocarlista. En las paredes, boinas rojas, caballos y lanzas. Los miembros de Divertimento, de negro. Corbata brillante los hombres y flores maravillosas las mujeres. Una estampa para no perdérsela… La gente incluso se agolpaba en las escaleras para poder escuchar este concierto de, más o menos, una hora de duración.

Decía Eusebius, crítico musical por excelencia en la Navarra de la primera mitad del siglo XX, que la música sólo puede clasificarse como buena o mala: “Todas las demás divisiones de distinto tonelaje no importan”. Y lo de Divertimento fue bueno. Quizá por lo distinto, por lo audaz, por las ganas de salirse del carril. También hubo alguna curva, claro, decían los entendidos, pero ninguna de ellas lo suficientemente pronunciada como para alertar al grueso del público.

Divertimento, que tuvo su origen en una boda, cuatro o cinco amigos cantando sin director, se ha hecho un hueco en la esfera coral de Navarra. Con en torno a cincuenta participantes, un ensayo semanal, las ganas de su director y el entusiasmo de la membresía en pleno, han abandonado la categoría amateur para colocarse en una especie de limbo, la puerta al cielo de lo profesional. Divertimento, en el Condestable, transformó ilusión en música agradable, bien expuesta y apta para cualquier paladar.

Dada la gran cantidad de público de este lunes, convendría escucharlos con más frecuencia. Así que apriétenles. De todo lo leído anteriormente, resten algo de credibilidad al halago: el director del coro es mi padre y la más encantadora entre sus miembros es mi madre.


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El coro Divertimento o atreverse a mirar tras las murallas