• jueves, 28 de marzo de 2024
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ANIVERSARIO

Discurso de Consuelo Ordóñez en el acto por el XXI aniversario del asesinato de Gregorio Ordóñez

La presidenta de COVITE, y hermana de Gregorio Ordóñez, recuerda la figura de Gregorio después de 21 años de su asesinato.

Homenaje-a-Gregorio-Ordoñez-(1).
Homenaje-a-Gregorio-Ordoñez-(1).

La hermana de Gregorio Ordóñez y presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez, ha criticado este sábado los "millonarios planes de paz y convivencia" del Gobierno vasco que "apedrean nuestra razón", y ha denunciado que se esté "manipulando la historia".

El cementerio donostiarra de Polloe ha acogido este sábado el homenaje a Gregorio Ordóñez, en el 21 aniversario de su asesinato por ETA, acto que ha contado con la presencia de los ministros en funciones Alfonso Alonso e Iñigo Méndez de Vigo.

Entre los asistentes también ha destacado la presencia de las consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia, la presidenta del Parlamento vasco, Bakartxo Tejería, o el alcalde de San Sebastián, Eneko Goia, entre otros.

En su intervención, Consuelo Ordóñez ha criticado los "millonarios planes de paz y convivencia" del Gobierno vasco que "apedrean nuestra razón", así como que se "manipule la historia".

"Hoy apedrean nuestra razón con millonarios planes de paz y convivencia previstos para una sociedad que no ha vivido una guerra sino una historia de terrorismo. Hoy se manipula la historia, se diluye la bala que mató a mi hermano en un mar de violencias", ha añadido.

 Asimismo, ha lamentado que "no se haya alzado la voz contra la presencia de pistoleros verbales en el Congreso de los Diputados", en referencia a las representantes de EH Bildu en el Congreso. "Ese debe, sin quererlo, ha dejado al descubierto nuestras vergüenzas como país", ha añadido.

Discurso íntegro de Consuelo Ordóñez en el acto por el XXI aniversario del asesinato de Gregorio Ordóñez.

Muy buenos días a todos y gracias por estar hoy aquí, por acompañarnos en un día difícil. Hoy se cumplen 21 años del asesinato de Goyo.

Tal día como hoy, ETA le mató en esta ciudad porque los intransigentes, los fanáticos, no podían soportar que alguien dejase en evidencia las incoherencias de la sinrazón. Así era mi hermano. Él no fue un político comprometido, fue más bien un ciudadano comprometido, honrado, que peleó por la gente buena a través del don que él tenía: la fuerza, la palabra certera, la perseverancia.

Hoy es un día difícil no tanto por el recuerdo de una bala cerrando los ojos de mi hermano para siempre. Es un día difícil porque esa bala no ha servido para que 20 años después nosotros abramos los ojos y luchemos por lo que Goyo intentó conseguir a sabiendas de que lo iban a matar. Hablo, sencillamente, de dignidad. Una sociedad digna, una ciudad digna o un país digno deben luchar contra la barbarie, pero, hoy más que nuca, también contra su legitimación en el plano moral, educativo o social.

Y hoy, amigos, apedrean nuestra razón con millonarios planes de paz y convivencia previstos para una comunidad en la que no ha habido guerra sino terrorismo, donde el demócrata siempre ha sabido convivir y el que necesita lecciones de convivencia reivindica la radicalización desde instituciones públicas. Hoy, amigos, se manipula la historia, se diluye la bala que mató a mi hermano en un mar de violencias; muchas por supuesto ilegítimas, pero que nada tienen que ver con el terrorismo, con la característica diferencial del País Vasco, con la intención de imponer un proyecto político mediante el tiro en la nuca.

Cuando en 1983 mi hermano se presentó por primera vez a unas elecciones municipales en San Sebastián, le votaron 9.581 donostiarras. El año que le mataron, en 1995, su partido logro 22.611 votos y se convirtió en la primera fuerza política en esta ciudad con el 23,84% de los sufragios. Mi hermano no lo consiguió buscando el interés de su formación política, lo logró luchando por la dignidad de toda una ciudad, de la gente de la calle. Muchos estaréis pensando: “Hombre, ya, pero la gente votó masivamente porque le mataron”.

Yo, en cambio, os digo: “Si su asesinato sirvió para que miles se posicionaran en contra de quienes legitiman el fanatismo, ¿cómo es posible que quienes justifican aquel disparo en la cabeza sean hoy la segunda fuerza política de la ciudad?”. A Goyo lo mataron porque luchaba con todo lo que tenía contra el pistolero del pasamontañas y contra el “pistolero verbal”, que era como llamaba a quienes, desde el mundo de la política, generaban empatía hacia terroristas, justificaban asesinatos selectivos y se negaban a condenar el historial de terror de ETA. Así era mi hermano. Jamás se prestó a atajos ni a concesiones porque, y le cito, “por mucho que maten, no deben conseguir nunca nada”. Hoy, lamentablemente, la clase política, salvo honrosas y escasísimas excepciones, está más preocupada por las formas que por el fondo, por los problemas de los partidos que por los problemas a los que deberán enfrentarse las nuevas generaciones si no ponemos remedio de inmediato.

Voy a poner un ejemplo muy simple lanzando un par de preguntas directas a los aquí presentes: ¿cuántos de vosotros pusisteis el grito en el cielo cuando la dirigente de Podemos Carolina Bescansa llevó a su hijo al Congreso? Ahora os pregunto: ¿ese mismo día, cuántos alzasteis la voz públicamente contra la presencia de pistoleros verbales en el Congreso de los Diputados? Es importante que los intereses de los partidos no entren en conflicto con los intereses de la sociedad, de las nuevas generaciones. Cuando quienes justifican el tiro que le dieron a Goyo entran en el Congreso de los diputados, los ojos no pueden estar centrados en un bebé.

Ese bebé, sin quererlo, ha dejado al descubierto nuestras vergüenzas como país. En el Congreso de los diputados, además de aquel niño, se sentó, por ejemplo, Marian Beitialarangoitia, alguien que no solo pidió “un chaparrón de aplausos” para asesinos de seres humanos. Además de negarse a condenar el terrorismo, todos los españoles pagamos su sueldo para que, desde la honorabilidad que da un escaño en el Congreso, alabe a diario el compromiso de miembros de ETA con una causa que califica de justa. Mi hermano defendía “el aislamiento de los violentos”. Con dolor, hoy debo decir que ese objetivo ha perdido peso y significado en Madrid y en Vitoria, desde partidos de izquierdas hasta de derechas.

Como no podría expresarlo mejor, os leo estas líneas escritas por mi querida cuñada, Ana Iríbar, estos días: “He buscado, sigo buscando algún rastro de victoria en la muerte de Gregorio Ordóñez. Escucho el discurso oficial del gobierno referirse continuamente a la derrota de ETA; asisto a la decisión de ETA de dejar de matar; sin embargo, no encuentro signos para la victoria. Al contrario: más de 300 asesinatos de ETA sin resolver, el proyecto político de ETA bajo siglas diversas en nuestras instituciones, una organización terrorista que ni se ha disuelto ni se ha entregado ni colabora con la justicia. No siento ni la derrota de ETA, ni la victoria de los demócratas.

Resulta frustrante. Tal vez no ha llegado todavía el momento. Tal vez la victoria la consigan las generaciones que están por venir, alejadas de prejuicios y sectarismos trasnochados. Ellos quizás serán capaces de dignificar nuestra democracia desde la Justicia, la que se escribe con mayúsculas, la que conseguirá resolver los más de 300 casos de asesinatos de ETA pendientes. De dignificar la política, si consiguen terminar con la corrupción y construir un discurso esperanzador y sólido, desde el respeto. De ellos será tal vez la victoria, si son capaces de entender la Historia y de construir el relato veraz de lo sucedido”.

Muchas gracias a todos por haber venido. 


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