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CICLISMO

Se cumplen veinticinco años del quinto Tour de Francia consecutivo ganado por el gran Miguel Induráin

El de Villava fue el único ciclista de la historia y del selecto "club de los 5" que los ganó de manera consecutiva.

Miguel Induráin celebra haber conquista su quinto Tour de Francia EFE
Miguel Induráin celebra en el año 1995 haber conquista su quinto Tour de Francia. EFE

No fue un "caníbal" como Eddy Merckx, ni un "caimán" como Bernard Hinault; tal vez sí un maestro de la crono como Jacques Anquetil. Hace 25 años del quinto Tour de Francia de Miguel Induráin (Villava, 55 años), el único ciclista de la historia y del selecto "club de los 5" que los logró de manera consecutiva.

Los titulares buscaron la etiqueta. "Miguelón", "El extraterrestre", pero el campeón navarro, el mejor ciclista español de la historia, también era humano, como las leyendas citadas.

Eso sí, más discreto y silencioso que todos ellos. Nunca se comió a nadie; es más, dejó fama de generoso, y su palmarés ahí está: 5 Tours, 2 Giros y campeón mundial y olímpico contrarreloj, además de innumerables victorias que lo colocan quinto en el ránking de la historia.

El 23 de julio de 1995, Induráin se paseó por los Campos Elíseos con la "manita" en su palmarés. En la séptima etapa, la víspera de una crono de 54 kilómetros ideal para él, explotó el Tour por las Ardenas valonas camino de Lieja. Ese día, la fama de conservador y poco ambicioso quedó aparcada ante una maniobra excelsa.

La ONCE de Jalabart y Bruyneel estaba controlando la etapa y los planes estaban saliendo en la escuadra de Manolo Saiz. Cerca de la cota de Mont Theux, clásica en la Lieja-Bastoña-Lieja, se formó un grupo de avanzadilla, que terminó en fuga de Induráin y Bruyneel.

Una alianza en un momento clave. Su rival no le dio a Induráin un relevo, con la excusa de que llevaba a Zulle y Jalabert por detrás. El navarro lo llevó en butaca para que ganara la etapa y se enfundara el maillot amarillo en casa.

IMPONIENDO SU LEY

Al día siguiente, en la crono entre Huy y Seraing, de 54 kilómetros, Induráin impuso su ley, aunque con menor autoridad de lo esperado. En aquellos dos días, cimentó el quinto Tour. Desde entonces, maillot amarillo hasta París.

El dominio del navarro en el Tour fue contundente entre 1991 y 1995. El poderío en las contrarreloj y estar con los mejores en la montaña (siempre a su ritmo, a veces insoportable) fueron las claves. Sucedió en el palmarés español a Pedro Delgado, ganador en 1988, y desde aquel glorioso quinto título de 1995, el maillot amarillo esperó a España hasta el año 2007, con la llegada de Alberto Contador.

Su leyenda se acabó en 1996, en un Tour traumático. Aquel día no tocaba siesta, ya que se disputaba la primera etapa de montaña entre Chambery y Les Arcs. Quien se durmiera se perdió el hundimiento de una leyenda. Induráin desfalleció a 3 kilómetros de la meta y perdió 4 minutos respecto al vencedor, el francés Luc Leblanc, con el ruso Berzin como líder.

Cada campeón ha dejado una sello de carácter. Jacques Anquetil, el "Maestro" o "Míster crono", fue criticado por decir en voz alta lo que otros susurraban. El francés, un "bon vivant", exprimió la innovación, y su perfección sobre la bicicleta inspiró a generaciones.

SIN RUIDO NI CONFRONTACIÓN

Eddy Merckx, segundo integrante de los "5", representó el hambre infinito por la victoria, la ambición sin límites por dominar en todas las carreras y en todos los escenarios: etapas llanas, de montaña, descensos, con lluvia, con calor... Y el tercero, el "tejón" Bernard Hinault, fue el carácter sobre la bicicleta, también ambicioso e implacable en carrera.

Y llegó Induráin. Dicen de él quienes mejor lo conocen que su carácter procura evitar el ruido y la confrontación, que no conoce la soberbia y que el protagonismo solo lo quiere ver de lejos. Una persona sencilla que se manifestaba en carrera de forma generosa con los rivales, a diferencia de los anteriores. Muchos ciclistas contemporáneos resaltan que no tenía problemas "para dejar ganar", eso sí, no en mundiales, por ejemplo, donde siempre le ganaron a él.

Induráin tenía pensado participar este año en la Titan Desert, pero el coronavirus lo ha impedido. Se le ha visto en campañas publicitarias e incluso andando en bicicleta en pruebas populares. "Llevo una vida tranquila, hago un poco de todo, cosas de publicidad, participo en eventos populares, siempre algo de bicis", indicó.

Recuerda el pentacampeón del Tour que, aunque sea del norte, no le gusta nada el frío, que prefiere el calor, como en aquellos gloriosos Tours. A pesar de sus logros en el ciclismo, a Induráin le gusta recordar los momentos de gloria, pero sin abusar, sin estar todo el día "contando las batallitas de siempre". El protagonismo nunca fue con él. Le gustan otras actividades, por eso va a ver fútbol, motociclismo o atletismo.

CONTROL Y TECNOLOGÍA

El de Villava asiste ahora a un ciclismo más controlado y tecnológico, que ayuda a controlar el esfuerzo, con menos contrarreloj, menos intuitivo. "Es el ciclismo de ahora y hay que adaptarse".

El ciclismo español, que ha vivido una edad de oro recientemente, se encuentra en momentos de vacas flacas. Hay un cambio de generación, dice Induráin, que señala a Mikel Landa, Marc Soler y Enric Mas como corredores de presente y futuro. No sabe si llegarán a la altura de Contador, pero a la suya ya será más difícil. O imposible.


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