• jueves, 18 de abril de 2024
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BALANCE DE LEGISLATURA

El euskera, las becas y las escuelas infantiles tumbaron al consejero José Luis Mendoza en menos de dos años

El titular de Educación se vio envuelto en toda clase de medidas controvertidas, con la oposición clara de la ciudadanía, durante sus 21 meses en la consejería.

José Luis Mendoza a su llegada al pleno del Parlamento de Navarra (1). IÑIGO ALZUGARAY
José Luis Mendoza, cuando era consejero de Educación del Gobierno de Navarra. IÑIGO ALZUGARAY

El 11 de abril del 2017 presentaba José Luis Mendoza su dimisión como consejero de Educación del Gobierno de Navarra, después de dejar un departamento anegado por las polémicas y las controversias, y de haber apostado por medidas encaminadas a saciar el hambre voraz de sectarismo del Ejecutivo liderado por Uxue Barkos.

Detrás quedaban un año y nueve meses de una gestión que había recibido sonoras críticas tanto de los grupos de la oposición en el Parlamento foral, como de la propia ciudadanía navarra, que en muchos casos había resultado víctima de la toma de decisiones que contaban con un rechazo frontal en las calles.

Nada más hacerse con la cartera de Educación, Mendoza, vinculado con la fundación Euskara Kultur Elkargoa, creada para defender el euskera, se dedicó en cuerpo y alma precisamente a potenciar la enseñanza de ese idioma en toda la Comunidad foral, pero de un modo que demostraba el citado sectarismo: arremetiendo contra el Programa de Aprendizaje en Inglés (PAI).

Este fue uno de los aspectos más controvertidos de su liderazgo en Educación, puesto que la moratoria que ejecutó en el programa suscitó un enorme malestar entre los cientos de miles de padres que estaban viendo ya cómo esta enseñanza en inglés comenzaba a dar sus frutos en muchos colegios navarros.

Una vez paralizado el PAI, el siguiente paso en su calculada hoja de ruta fue impulsar el euskera por medio de múltiples ayudas concebidas para conseguir la extensión de la lengua vasca por todo el territorio de Navarra, sin importar la zonificación existente y la realidad de que, en muchas partes de la Comunidad foral, el euskera no ha existido en ningún momento de la historia ni su ciudadanía lo siente como lengua propia.

Dentro de esta estrategia para favorecer de una manera desmedida la implantación del euskera en la educación navarra, el hecho más destacado fue el empuje dado al modelo D (educación íntegra en euskera), que en las campañas publicitarias del Gobierno de Navarra siempre se situaba por encima de los demás modelos, pese a que el número de alumnos era claramente inferior al resto.

No fue esta cerrazón en torno al euskera el único caballo de batalla que le granjeó la oposición de buena parte del arco parlamentario y de la población navarra, sino que también atacó con sus decisiones a un colectivo que siempre ha sido blanco del nacionalismo vasco en la Comunidad foral, la Universidad de Navarra.

En este caso, fueron los alumnos y sus familias las que sufrieron las consecuencias de esta oposición a uno de los principales motores económicos y de empleo de Navarra, ya que de la gestión que se realizó de las becas universitarias surgió un gran números de estudiantes que se quedaron sin estas ayudas, completamente necesarias en muchísimos ocasiones, para poder proseguir con sus estudios.

De nuevo, muchos ciudadanos protestaron por una nueva sinrazón llevada a cabo desde el departamento de Educación, que provocó nefastos efectos tanto en la economía de las familias como en la continuación de las carreras de los jóvenes. Volvía a quedar patente que el sectarismo del Ejecutivo de Barkos iba a protagonizar toda la legislatura.

No obstante, aún quedaba por llegar la gota que colmaría el vaso del aguante de la población navarra, y que provocaría la dimisión de Mendoza. Se trató de la suspensión del proceso de admisión en las escuelas infantiles del Gobierno de Navarra, después de una denuncia que alertaba de que no se estaban cumpliendo correctamente los criterios de admisión.

Su puesto fue ocupado por la portavoz del Ejecutivo foral, María Solana, que continuó con esta senda de imposiciones. Antes de que Mendoza saliera definitivamente por la puerta de atrás del Gobierno, Barkos le agradeció la labor desempeñada, omitiendo cualquier crítica y remarcando que había posibilitado el modelo D en toda la Comunidad foral, el principal objetivo sin duda pretendido por el nacionalismo vasco al llegar a las instituciones navarras.


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