• jueves, 28 de marzo de 2024
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BALANCE DE LEGISLATURA

Saltarse la ley en Pamplona tiene premio: los regalos del alcalde Asirón a los okupas abertzales

Bildu ha culminado su legislatura al frente del Ayuntamiento de Pamplona con una connivencia indisimulada con los movimientos radicales de la izquierda abertzale.

La Policía Municipal de Pamplona vigila el chalé de Caparroso tras el desalojo de los okupas que habían utilizado el edificio tras una cesión gratuita por parte del Gobierno municipal de Joseba Asirón. Archivo / MIGUEL OSÉS
La Policía Municipal de Pamplona vigila el chalé de Caparroso tras el desalojo de los okupas que habían utilizado el edificio tras una cesión gratuita por parte del Gobierno municipal de Joseba Asirón. Archivo / MIGUEL OSÉS

El alcalde de Pamplona Joseba Asirón se ha esforzado por sumar una nueva estrofa al reconocible cántico "un desalojo, otra okupación" durante su legislatura al frente de la capital navarra.

En este caso, el primer edil de EH Bildu ha optado por "un desalojo, una cesión", su propia fórmula para premiar a la juventud radical y de ideología abertzale, muy cercana a su partido, abriendo la veda para okupar los espacios públicos que quisiesen.

El resurgir del movimiento okupa arrancó en Pamplona durante los primeros meses del Gobierno municipal de Asirón. El 5 de diciembre de 2015, una horda de jóvenes abertzales disfrazaba como "kalejira" su entrada por la fuerza en un edificio público propiedad de Nasuvinsa, la sociedad pública de vivienda del Gobierno foral.

Se trataba del número 3 de la calle Compañía, un inmueble que daría mucho que hablar en Pamplona. Los propios okupas reconocían que tras "años de represión y meses de preparación", consumaban su golpe a la propiedad pública para establecer un gaztetxe en el Casco Viejo de la capital.

Los okupas cuelgan un cartel tras entrar por la fuerza en el número 3 de la calle Compañía de Pamplona. ARCHIVO

Bildu no envió a la Policía Municipal para frenar la okupación y mantuvo desde el principio una evidente connivencia hacia los jóvenes radicales y de ideología abertzale.

La permisividad se confirmó seis meses después, cuando el Gobierno de Joseba Asirón decidió premiar a sus juventudes y apoyó la mudanza de los okupas a otro edificio público, el chalé de Caparroso, un antiguo inmueble del Ayuntamiento situado junto a las piscinas del Club Natación Pamplona.

Con la veda abierta para campar por el Casco Viejo a sus anchas, un segundo movimiento okupa regresó por la fuerza al edificio de la calle Compañía mientras sus compañeros preparaban la mudanza al edifico que les preparaba el alcalde de Pamplona.

Asirón entregó las llaves del chalé a los primeros okupas después de gastar 100.000 euros en habilitar el edificio y sacar adelante una cesión con la que buscaba revestir de legalidad su 'alcaldada'.

En el verano de 2016 se redactó una cesión "provisional" ad hoc a la asociación Astindu Gazte Elkarte a la espera de un supuesto proceso de adjudicación definitivo en el que podrían concurrir otros colectivos interesados. Este concurso público nunca llegó a celebrarse.

Poco a poco se fue conociendo qué pasaba dentro del chalé de Caparroso, el gaztetxe okupa que se fue transformando en un centro de enaltecimiento del terrorismo de ETA, con la exhibición de carteles en favor de los presos y terroristas condenados.

Ante las denuncias constantes de la oposición en el Ayuntamiento de Pamplona, donde UPN y PSN advertían que los okupas llevaban a cabo actividades ilegales y lucrativas dentro del edificio municipal, Joseba Asirón y sus socios de Gobierno hacían oídos sordos.

La gota que colmó el vaso de la connivencia con los okupas fue la constatación de que el movimiento abertzale había incumplido uno de los puntos del contrato creado a propósito para regalarles el chalé de Caparroso: la prohibición de hacer obras en su interior.

Ante la impepinable certeza de las obras ilegales, Geroa Bai se vio obligada a cambiar de opinión y reclamar a sus socios municipales de Bildu que acabasen con la cesión a los okupas.

Asirón sucumbió a la presión y tuvo que acatar la decisión mayoritaria del Consistorio. Sin capacidad para otras maniobras, Bildu rescindió la cesión del chalé de Caparroso a los okupas y, esta vez sí, envió a la Policía Municipal para desalojar el inmueble.

Con la marcha de los okupas, se constató que los radicales habían utilizado de forma ilegal dos edificios públicos ante la pasividad y connivencia del Gobierno municipal de Joseba Asirón, que continuó su huida hacia delante.

El alcalde de Pamplona continuó poniendo pegas a los partidos de la oposición para que conocieran qué es lo que había pasado en el interior de este antiguo edificio que supuso el pistoletazo de salida al resurgir okupa.

El número 3 de la calle Compañía y el chalé de Caparroso fueron dos de los primeros edificios okupados por la izquierda abertzale en la legislatura de Bildu al frente de Pamplona.

Un bloque de pisos en el Paseo Sarasate, una nave industrial en la Rochapea, un señorío en la localidad limítrofe de Barañáin... Las okupaciones se fueron sucediendo hasta que llegó una de las más controvertidas y que aún sigue coleando, la toma por la fuerza del Palacio de Rozalejo en la plaza de Navarrería.


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