• martes, 19 de marzo de 2024
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Josune Iribarren, casi tres décadas de pasión por la pintura en su academia de Pamplona

Josune Iribarren, pamplonesa de 54 años, abrió su academia de dibujo y pintura en 1993, dispuesta a transmitir su amor por el arte.

Josune Iribarren en su academia de pintura en Pamplona. PABLO LASAOSA
Josune Iribarren en su academia de pintura en Pamplona. PABLO LASAOSA

Josune Iribarren es una apasionada del arte y de la pintura, y cualquiera que visite su academia puede comprobarlo. Esta pamplonesa de 54 años se licenció en 1990 en Bellas Artes y, tras acabar la carrera, comenzó a trabajar en una academia de pintura. Fue esa experiencia la que le hizo decidirse a abrir la suya, ya que vio que iba mucha gente y que le gustaba ayudar a esas personas a sacar su lado más artístico.

El dueño de esa academia se trasladó a San Juan y como Azpilagaña se quedaba sin una academia, Josune no se lo pensó dos veces y decidió alquilar el local. Empezó el negocio "a la aventura", como dice ella, pero al tiempo vio que le gustaba la profesión, que sabía transmitir su pasión y que la gente iba, así que, tras casarse en 1993, decidió comprar el local.

La academia Josune Iribarren admite a todo tipo de alumnos, de cualquier nivel y edad, y estos abarcan desde los 6 años hasta los 83 años, que son los que tiene la alumna mayor, que aprende de Josune desde hace 30.

Academia de pintura Josune Iribarren en Pamplona. PABLO LASAOSA
Academia de pintura Josune Iribarren en el barrio de Azpilagaña de Pamplona. PABLO LASAOSA

A Josune, dar clases le aporta "aprendizaje, alegría, pasar un buen rato, hablar y escuchar, porque hay días en los que alguno viene con problemas, hay otros en los que yo soy la que tiene el problema". A esta pamplonesa, lo que más le atrae es el trato con sus alumnos, y cuenta que "hay días en los que nos tomamos un café y ahí surgen las ideas, hay otros en los que hablamos más que pintamos". 

La academia Josune Iribarren es muy diferente a una academia al uso, y su propietaria cree que "el éxito de las clases está en que me lo paso bien, lo transmito y voy más allá de la enseñanza teórica de la pintura". Y es que transmitir la pasión es fundamental y, para Josune, muy fácil. Para ella, la pintura es esencial en su vida y, según cuenta, "cuando estoy de vacaciones vengo como loca a la academia para pintar".

Josune Iribarren termina un cuadro en su academia de pintura en Pamplona. PABLO LASAOSA
Josune Iribarren termina un cuadro en su academia de pintura en Pamplona. PABLO LASAOSA

En las clases de Josune Iribarren, cada uno tiene un objetivo y son independientes, porque "no se les puede pedir lo mismo a dos personas que tienen niveles totalmente distintos". Cada uno lleva su ritmo, y tras practicar con los diferentes materiales (pastel, acuarela, óleo) y las diferentes técnicas (bodegón, paisajes), ellos deciden qué quieren hacer y con qué material.

"De este modo, te aseguras que van a disfrutar de la pintura aplicando los conocimientos que tú les has enseñado", afirma Josune. Para esta artista, es fundamental que el que aprenda a pintar sea porque le gusta y porque quiere, porque tuvo experiencia como profesora de dibujo en un colegio y "de lo que yo enseñaba, de 30 alumnos les interesaría a cinco, y meter el arte a alguien que no le gusta es horroroso".

"El que entra por la puerta de esta academia es porque quiere aprender a pintar y le atrae la pintura, aunque no sepa hacer casi nada", afirma Josune. "Más que unas clases teóricas, yo dejo que cada uno empiece y yo, según como le vea, le guío y le enseño diferentes cosas", explica esta profesora de pintura.

La academia de Josune Iribarren "no es una escuela al uso ni es un instituto, donde haya que tener un nivel concreto, sino que esto es un hobbie y aquí se aprende disfrutando". No hay notas ni hay exámenes, la meta se la pone cada uno y "si alguien ve que no es lo suyo se van, no hay que forzarse, y me ha pasado con tres o cuatro en 30 años".

Josune Iribarren valora mucho el entorno de la academia y considera que "se crea muy buen ambiente y la gente está aquí porque quiere". Aparte de las clases, se organizan actividades, que Iribarren cuelga en el tablón de anuncios de la academia y a las que se apunta el que quiera.

Ya han ido a Bilbao varias veces, la última a ver una exposición de Renoir; además de visitar distintas iglesias, monumentos y museos de Navarra varias veces. A Josune Iribarren estas actividades le enriquecen, porque, según dice, "son experiencias en las que nos lo pasamos en grande y, encima, unen mucho al grupo". 

De estos 28 años trabajando en su academia, Josune Iribarren hace muy buen balance y confiesa que "cada día me gusta más mi trabajo y no cambiaría nada de lo que he hecho, volvería a hacer Bellas Artes y volvería a abrir una academia". "He sido feliz aquí, me ha dado muchas alegrías", afirma esta artista. "Cuando la gente me dice que tiene ganas de jubilarse, yo digo que cada vez menos", afirma entre risas.

A Josune Iribarren le gusta enseñar lo que hace y afirma que "los artistas pintamos para exponernos". Cada dos o tres años organiza una exposición y ahora se pueden ver algunas de sus obras en colaboración con el pintor Ramón de Pérez durante todo el verano en La Barra del Goloso, en la calle Aoiz, 12.

"Que te paguen por algo que te apasiona es lo más bonito que hay", dice Josune Iribarren respecto a su trabajo.


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